Una persona sostiene una fotografía del presidente de Irán Ebrahim Raisi, fallecido el 19 de mayo en un accidente de helicóptero.
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La misteriosa muerte de Ebrahim Raisi, el presidente de la República Islámica de Irán, en un accidente de helicóptero en una zona montañosa del noroeste de Irán, junto con su ministro de Asuntos Exteriores, Hossein Amir -Abdollahian, complica el rompecabezas que es la lucha por el poder en Irán. La principal pregunta que se hacen la mayoría de los expertos y observadores de Irán es si la muerte súbita de Ebrahim Raisi creará cambios o nuevas oportunidades en cuanto al proceso de sustitución del líder supremo de 85 años, el ayatolá Ali Jamenei. De hecho, aunque los conservadores de la línea dura dominan todas las ramas del poder, la muerte súbita de Raisi les crea un problema para encontrar a un nuevo candidato entre los veteranos del régimen islámico que pueda ser a la vez un hombre de unidad y leal al líder supremo.

El compromiso de Raisi con los principios políticos del régimen islámico y su violencia y dureza eran bien conocidos por todos. No olvidemos que Raisi era un exfiscal que tuvo un papel decisivo en la ejecución masiva de presos políticos de los años ochenta. En 1988, el difunto ayatolá Jomeini designó a Raisi como miembro de una "comisión de la muerte", un grupo de cuatro personas que emitió sentencias de muerte contra al menos 5.000 prisioneros. Pese a su papel en la consolidación del poder judicial iraní durante las últimas cuatro décadas, el ascenso de Ebrahim Raisi a la presidencia estuvo marcado no sólo por la exclusión sistemática de rivales moderados y favorables a realizar reformas, sino también por una baja participación récord de votantes. Su selección como candidato para las elecciones presidenciales de 2021 fue cuidadosamente diseñada y controlada por el líder supremo Ali Jamenei y los Guardianes de la Revolución de Irán (IRGC), que han estado influenciando todas las decisiones relacionadas con la política interior y exterior de Irán. Ya entonces había rumores de que, a la larga, el mejor candidato para sustituir al líder supremo sería Raisi. En ese momento así lo deseaban y aprobaban los miembros de la línea dura de los IRGC y de los Bassij, que, no debe olvidarse, son la base de apoyo más poderosa para exportar la Revolución Islámica a otros países y combatir la resistencia social y grupos políticos del país. La presidencia de Ebrahim Raisi supuso, para los políticos iraníes de la línea dura, la oportunidad perfecta para tomar el control de los estamentos más importantes del gobierno. Raisi logró reunificar a los más conservadores del régimen iraní, pero no logró calmar a la población descontenta de Irán. Estaba lejos de ser una figura que pudiera obtener el apoyo del mayor segmento de la sociedad, es decir, los iraníes jóvenes y desilusionados. La elección de Raisi como presidente también le puso en crisis fruto de la incompetencia política y la mala gestión económica. Los críticos le culparon de no contener la disidencia y las manifestaciones de mujeres jóvenes y estudiantes tras la muerte de Mahsa Amini en septiembre del 2022.

Durante los últimos tres años, la presidencia de Ebrahim Raisi ha estado marcada por numerosas violaciones de los derechos humanos, incluyendo la persecución de minorías religiosas y étnicas, las detenciones masivas de manifestantes no violentos y el uso creciente de la pena de muerte . Además, Irán de Raisi dio al IRGC un empuje autoritario para que nutriera todos los aspectos de la sociedad iraní y Oriente Medio con la ideología islamista chií global del régimen. Esto significó un retorno a los valores fundamentales de la revolución iraní en casa y un compromiso más celoso con la militancia y militarización regionales. Sin embargo, durante su presidencia, Ebrahim Raisi ha tenido menos éxito que su predecesor Hassan Rouhani en cuanto al problema de la cuestión nuclear y la administración estadounidense. Por todo ello, Ebrahim Raisi no era un candidato lo suficientemente bueno como para gestionar la complejidad de la política iraní. Ahora, quienes le ayudaron a salir elegido deberían avanzar sin él. Pero el vacío creado por la muerte de Ebrahim Raisi no puede llenarse fácilmente, sobre todo porque la salud del ayatolá Jamenei es cada día más frágil y las condiciones políticas internacionales y nacionales van en contra del gobierno iraní.

Los planes de sucesión del líder supremo están más enredados que nunca. La muerte de Raisi abre la puerta a las ambiciones futuras de la institución económica, política y militar más poderosa de Irán, los IRGC. Considerados la estructura política y militar más sólida surgida de la Revolución Islámica, los IRGC se encargaron inicialmente de proteger la revolución y sus logros, pero con los años han utilizado su rol constitucional para legitimar su poder y ampliar su influencia política en la República Islámica. A medida que los Guardianes de la Revolución van acumulando más poder y mayor influencia, los límites de su influencia y responsabilidades se difuminan. En el ámbito económico, los IRGC han logrado el control absoluto de todos los contratos y las inversiones estatales, incluyendo el petróleo y las importaciones y exportaciones de Irán. Por lo que respecta al político, los Guardianes de la Revolución se han inmiscuido en los asuntos políticos internos del estado iraní arrestando, encarcelando y asesinando a individuos que consideraban peligrosos y subversivos para su propia supervivencia. Por último, pero no menos importante, las capacidades militares de los Guardianes de la Revolución han resultado ser tan extensas que se han convertido en una grave amenaza para el liderazgo de los ayatolás. Con el ayatolá Jamenei cada vez más dependiente de los IRGC para su supervivencia, Irán post-Raisi tendrá un aspecto más militarizado y menos teológico, y el establishment clerical de Qom –ciudad santa del islam chií, capital de la provincia homónima de Irán– se encontrará en un enfrentamiento abierto con los Guardianes de la Revolución. Cuándo y dónde se desarrolle este enfrentamiento no es importante, ya que los probables beneficiarios de esta lucha serán, de una u otra forma, los Guardianes de la Revolución.

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