Mientras en Cataluña se debaten cuestiones de mucho enjuague, como un preacuerdo que parece más bien contiene un evidente salto cualitativo en cuanto a financiación (de Cataluña, pero también de otras comunidades autónomas como Baleares o la Comunidad Valenciana), pero que tiene escasas probabilidades de verse nunca aplicado, o la puesta en escena del regreso de Puigdemont con motivo de la investidura de Isla, en Madrid –para no perder su costumbre– pasaban cosas. Cosas grotescas: Madrid tiene una tendencia irrefrenable al esperpento, no siempre valleinclanesco. Cosas grotescas, pero que tienen o pueden tener una incidencia real, y directa, sobre la vida pública de los próximos años.
En Madrid, la derecha ultranacionalista está dedicada en cuerpo y alma a un objetivo: derribar a Pedro Sánchez, y derribarlo por corrupción. Da igual que las acusaciones sean inventadas y que el juez instructor, este Juan Carlos Peinado, sea un personaje ridículo que se comporta de forma extravagante (y con un futuro incierto, ahora que ha conseguido, en vez de una declaración de un presidente que él imaginaba contra las cuerdas, una querella por prevaricación presentada por el presidente que pretendía interrogar: todo indica que el tal Peinado se ha amargado estúpidamente la jubilación). El modelo ya lo tienen: se trata de conseguir lo mismo que en Portugal con António Costa o, en su día, en Brasil con Lula da Silva: obligar a dimitir a un presidente bajo la presión del lawfare, de la guerra sucia judicial. Si la presión llega al punto culminante de hacer entrar al presidente en prisión, como ocurrió con Lula da Silva, mejor que mejor. La derecha española es fantasiosa y suele pensar a lo grande.
Llegados a este punto, el lector paciente puede declarar que lo que pase o deje de ocurrir a Pedro Sánchez le importa un bledo. Tiene todo el derecho, pero la cuestión es otra: si salen adelante, PP y Vox y todo el submundo que le es ideológicamente concomitante (desde aquel chicharrón Alvise que emergió de las elecciones europeas hasta la miríada de entidades del tipo Hazte Oír, pasando por el espeso entramado de medios de comunicación que les apoya) se sentirán más fuertes que nunca. Más fuertes para redoblar la ofensiva política, judicial y mediática, y generar un estado de opinión (lo que bastante absurdamente suele llamarse la guerra cultural) para acallar de una vez por todos los enemigos de España. Y aquí tiene muchos números de estar usted, lector paciente al que le importa un rábano lo que le pase o le deje de pasar a Pedro Sánchez.
Para ellos, para la derecha ultranacionalista, Pedro Sánchez es el elefante blanco, la gran pieza de caza mayor. Una vez cobrada, la idea sería poner de nuevo orden en España. El estado de derecho les es indiferente, y mucho más aún lo que puedan decir o dejar de decir en Europa. Se equivocan quienes afirman que lo de frenar la extrema derecha es tan sólo un espantajo de la izquierda para hacerse perdonar debilidades. A la extrema derecha, oa la derecha ultranacionalista española, le sobra mucha gente. Y la pulsión golpista persiste.