El pasado domingo Joe Biden, presidente de EEUU, anunció que renunciaba a su candidatura a la nominación presidencial del Partido Demócrata y apoyó a su vicepresidenta, Kamala Harris, para ocupar su puesto y enfrentarse a Donald Trump en las presidenciales de noviembre.
El cambio sitúa a una candidata que nunca ha sido muy popular, Harris, como la persona que debería salvar a un partido que encaraba las elecciones con mal pronóstico. Las primeras reacciones a su nominación han sido de puro entusiasmo demócrata, e incluso parecería que Harris podría tener una oportunidad real de ganar a Trump, pero la forma en que se ha llegado a esta situación podría llevar al potencial fracaso. Es una historia que ya conocemos: una mujer que aparece de repente y en muy poco tiempo debe solucionar un lío creado por un hombre o un grupo de hombres. El injusto acantilado de cristal (en inglés, glass cliff).
El concepto acantilado de cristal se refiere a las situaciones imposibles en las que se puede encontrar a una mujer cuando es promocionada o contratada para ocupar cargos de liderazgo en momentos de crisis profunda en una organización o empresa. Este concepto, que lleva más de veinte años correndo, se entiende como una extensión del más conocido concepto de techo de cristal, la barrera invisible que impide a las mujeres avanzar a puestos de liderazgo dentro de las organizaciones. Ambas caras de una misma moneda que tienen mucha relación.
Cuando una mujer se encuentra ante un acantilado de cristal tiene el difícil encargo de salvar a la organización (partido, empresa, entidad), coincidiendo a menudo en que será la primera mujer en asumir este trabajo, convirtiendo este objetivo en un momento histórico, una oportunidad para cambiar de dirección. Esta mujer se encuentra entonces ante una cornisa invisible: un paso en falso, y caerá por el acantilado.
No es difícil ver cómo todo esto se aplica a Harris. Recientemente hemos visto otros casos similares en política. Cabe destacar algunos, como el nombramiento de Liz Truss como primera ministra del Reino Unido, que solo asumió el cargo, se enfrentó a especulaciones sobre su cese y vio cómo circulaban peticiones de votos de no confianza entre el su partido. En España, Inés Arrimadas o Yolanda Díaz a nivel nacional, o Reyes Maroto en su carrera por la alcaldía de Madrid, podrían ser buenos ejemplos de ello. Pero los ejemplos trascienden a la esfera política. El encargo a Montse Tomé como entrenadora de la selección femenina de fútbol tras la crisis creada por el machista Rubiales, o de Linda Yaccarino como CEO de Twitter después de meses de drásticas remodelaciones por parte de Musk, son otros ejemplos de un fenómeno que se extiende por todas las áreas profesionales.
Los retos a los que se enfrenta Harris son mayúsculos y, aunque pueda tener éxito ante Trump, la posición de salida convierte esta tarea en gigantesca. Entender desde dónde comienza es fundamental para ser justos con su resultado. Señalar los acantilados de cristal a los que muchas mujeres se enfrentan y que pueden superar haciendo que parezca sencillo lo extremadamente difícil es necesario para avanzar hacia unas sociedades más democráticas e igualitarias. Depositemos esperanza en Harris, pero seamos conscientes del sistema que la ha llevado a donde está.