Lamento por una unidad absurda

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Pleno del Parlamento .

Desde hace una década, en determinados ambientes políticos, mediáticos y sociales catalanes resulta de buen tono señalar el proceso independentista como el causante de todo tipo de estragos: si algunas familias ya no pueden celebrar comidas de Navidad como las de antes porque se pelearían, si miles de empresas han trasladado sus sedes sociales fuera de Catalunya, incluso si el uso social de la lengua catalana va de baja, todo es por culpa del Procés. Antes de 2010, o de 2012, nuestras familias sin excepción vivían en una paz y una armonía arcádicas, ajenas a cualquier conflicto, disputa o cuñado insoportable. En cuanto a las empresas, todas decidían domiciliarse aquí o allá por puro sentimiento de pertenencia, indiferentes a las presiones de los poderes madrileños y a las ventajas –o a las desventajas– fiscales que cada territorio les pudiera ofrecer. En fin, hace diez o doce años todo el mundo hablaba siempre en catalán, porque en aquella época feliz el Procés no había identificado la lengua autóctona con la antipática reivindicación independentista...

A veces, cuando este tipo de discurso demagógico se combina con la ignorancia de quien pretende cultivarlo, el resultado es grotesco. Estos días, como saben, se están conmemorando los cincuenta años de la fundación de la Assemblea de Catalunya, en noviembre de 1971. El pasado viernes tuvo lugar en el Parlament un primer acto de celebración; y, al reseñarlo, el redactor de un importante diario barcelonés deploró que no hubiera habido unanimidad, porque “tres formaciones –Ciudadanos, PP y Vox, con 20 de los 135 escaños de la Cámara– no estuvieron presentes” en la ceremonia. “Prueba –remataba el periodista– de que aquella experiencia [de la Assemblea] ha sufrido el áspero desgaste de la fricción identitaria”. Otra víctima colateral del Procés, vaya.

Si la crónica que acabo de citar fuera la respuesta a un examen de historia, la calificación sería de cero, porque solo desde un desconocimiento absoluto, total, de la historia política catalana del último medio siglo se puede concebir que los representantes de Vox, Ciudadanos y el PP se asociaran a la conmemoración del cincuentenario de la Assemblea. ¿Por razones identitarias? Por razones, fundamentalmente, ideológicas.

Entre los cuadros de las organizaciones políticas, sindicales y sociales que formaron parte de la AC (solo hay que pensar en el PSUC) había muchos castellanohablantes y que, si se lo hubieran preguntado, habrían dicho que se sentían españoles. Lo que no se sentía ninguno de ellos era franquista, claro. Y, en 1971 como en 1976, los impulsores del actual PP (antes, Alianza Popular) eran franquistas hasta el tuétano, servidores entusiastas de la dictadura y partidarios de su continuidad un poco maquillada. Para el fundador de la AP catalana, Laureano López Rodó, la Assemblea era un infernal contubernio frontpopulista, y el reivindicado regreso del president Tarradellas significaría... la colectivización de las empresas, igual que en 1936. ¿Cómo podían los actuales diputados del PPC acudir a homenajear la Asamblea sin incurrir en una hipocresía flagrante?

Ciudadanos es un fenómeno cronológicamente muy posterior, de 2006. Pero a ninguno de sus inspiradores seniors (de pasado libertario, marxista-leninista, maoísta, etcétera) no se le conoce ningún vínculo particular con una Assemblea de Catalunya que movilizó a muchas decenas de miles de personas de todos los ámbitos sociales y territoriales. Y es muy lógico: vistas las posiciones que después sostendría su criatura, ¿qué habrían pintado los futuros progenitores del partido naranja dentro de una plataforma que reivindicaba el restablecimiento del Estatut de 1932 como primer paso en el ejercicio del derecho a la autodeterminación? No, la Assemblea no tenía un programa independentista, pero sí –como una grandísima parte de la oposición antifranquista en Catalunya y en todo el Estado en la primera mitad de los años 1970– creía, al menos sobre el papel, en la soberanía diferenciada de las “nacionalidades históricas”. ¿Cómo podía el señor Carrizosa honorar la memoria de un parecido chiringuito separatista?

En cuanto a Vox... Me viene a la memoria una anécdota del 28 de octubre de 1973, fecha de la célebre “caída de los 113” delegados de la Assemblea, reunidos clandestinamente en la parroquia barcelonesa de Santa Maria Mitjancera. Uno de ellos, el buen amigo Miquel Sellarès, intentaba esquivar la detención huyendo por los tejados y azoteas de la zona, cuando vio a unos jóvenes que también circulaban por allí arriba y los advirtió: "Corred, que está la policía". Entonces uno de aquellos jóvenes se sacó una pistola y lo apuntó mientras gritaba. “¡Policía! ¡Al suelo!” antes de facturarlo hacia la Via Laietana. Pues este es el único vínculo de Vox con la Assemblea de Catalunya. Los de Abascal y Garriga son los orgullosos herederos de los “servidores de la ley” franquista que luchaban contra la subversión comunista y, al mismo tiempo, en defensa de la sagrada unidad de la patria. Por lo tanto, los únicos homenajes en los que Vox puede participar en Catalunya, hoy, son al 12 de Octubre o a los actuales inquilinos de la Jefatura de Via Laietana... porque los monumentos a los Caídos y a José Antonio ya desaparecieron.

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