El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, el pasado 27 de abril.
02/05/2025
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Vivimos tiempos inciertos. Y cuando los tiempos son inciertos, las teorías bailan. Trump y las guerras de Ucrania y Gaza aumentan las inseguridades de futuro. Existen muchos tipos, la del tándem paz-guerra, la lucha por la hegemonía entre dos imperios (EE.UU., China) y tres importantes potencias nucleares (se añade Rusia), las sombras de las diversas energías y del agua, un crecimiento de la población mundial en torno al 20-25% en las próximas décadas, las fundamentales, las fundamentales, las fundamentales, etc. El resultado es un tapiz coloreado de incertidumbres fragmentadas.

En los últimos siglos, la ciencia moderna (Galileo, Kepler, Newton, Einstein) y la Ilustración (Hume, Kant, Hegel, Nietzsche) desencantaron a las sociedades de sus sistemas ideológicos de poder. Sin embargo, la tradición Ilustrada ha creado nuevos encantamientos sobre la razón humana, especialmente en el ámbito político.

1859 fue un buen año en términos de pensamiento. El origen de las especies (Darwin) y Sobre la libertad (Stuart Mill).

Darwin transformó la forma de pensarnos. Hizo que el pasado ya no fuese lo que era al establecer la continuidad entre los seres vivos –una constatación de que la genética ha ratificado y sofisticado–. Sabemos que la evolución no facilita lo mejor para los humanos, sino lo suficientemente bueno para salir adelante. Nuestros cerebros han desarrollado capacidades, a menudo contradictorias, para sobrevivir y reproducirnos en ambientes hostiles, pero lo hacen a partir de decisiones rápidas, tomadas con información incompleta. En tanto que primates, los humanos presentamos cuatro rasgos característicos: somos territoriales, grupales, gregarios y jerárquicos. Una confluencia de egoísmo y solidaridad, de competencia y cooperación, de agresividad y empatía. Cuando se realizan teorías morales y políticas resulta conveniente no olvidar que arrastramos elementos atávicos en el funcionamiento de nuestro cuerpo y nuestra mente.

Por su parte, Stuart Mill señaló tanto las limitaciones del conservadurismo como las "sombras" que ensombrecen las revoluciones emancipadoras: límites de las libertades y equidad, deficiencias institucionales, deficiencias en los derechos de las mujeres, minorías, etc. En términos generales, la combinación liberal de individualismo y universalismo fue liberadora. Sin embargo, ambos conceptos incentivan la abstracción y desatienden los vínculos sociales, lingüísticos y culturales que empíricamente nos caracterizan como individuos. La primera Escuela de Frankfurt (Adorno, Horkheimer) captó bien –mucho mejor que las superficialidades del "postmodernismo"– la lógica ambivalente de la "dialéctica de la Ilustración": creó utopías comunistas y "hombres nuevos" que se presentaban como muy "practicados", pero que se revelaron en teorías muy prácticas.

Combinando Darwin y S. Mill vemos que en la cultura occidental existe un contraste entre los discursos morales y políticos con vocación universalista y los comportamientos, que siguen siendo básicamente grupales. Los humanos nos hemos ido "civilizando", es decir, hemos ido aprendiendo a cooperar y reprimir el incumplimiento de las normas del grupo –a pesar de las desigualdades, la pobreza y la exclusión social–. En cambio, la civilización entre grupos todavía está por hacer en buena parte. Las guerras son habituales y son a la vez una muestra de agresividad intergrupal y de solidaridad grupal. La política interior y la política internacional tienen rasgos con orígenes evolutivos distintos.

Los límites prácticos de las teorías contemporáneas se encuentran a menudo escondidos en el resplandor universalista de la Ilustración (Shelley: "Escondido en la luz del pensamiento"). Esto puede ejemplificarse a través del juego de pensar las ideas de Kant a la luz de las posteriores de Darwin.

Kant es el filósofo de la dignidad humana. ¿Qué habría pensado de su teoría moral si hubiera conocido la teoría de la evolución de Darwin? Al menos creo que hubieran pasado tres cosas. filosofía occidental), ya que el imperio de la razón, en definitiva, resulta ser un imperio bastante más pequeño que el preconizado por los ilustrados. torcida", atormentada, de la que están hechos los humanos, las ideas sencillas y "rectas" no se adaptan bien –una idea que dará lugar en el siglo XX a un influyente libro de teoría política de Isaiah Berlin.

No se trata, como a veces se dice, de pasar de la anécdota a la categoría. Éste es sólo el primer paso. Después es necesario volver a pasar de la categoría a las anécdotas de las realidades empíricas. Y ver qué dan de sí las categorías en términos prácticos. Las teorías que quieren ser rectas como un pino resultan inaplicables a la madera de olivo retorcido, por acumulación evolutiva, que configura a los humanos.

Siguiendo la actitud de S. Mill, frente a fenómenos como Trump y otras derechas e izquierdas extremas, más que conseguir cielos en la tierra, deben evitarse los infiernos creados en nombre de la libertad, la nación o la justicia. Es necesario combatir con instituciones y políticas los sueños de la razón poco consciente de sus rasgos evolutivos. Hay que recoger bien lo que nos dicen los hechos empíricos humanos. Y pensar más la política desde la ciencia y la historia. Kant, sí, pero después de Mill y de Darwin.

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