Madrid 4-M: una batalla que acabará afectando a Catalunya

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Es una evidencia que las elecciones en la Comunidad de Madrid del 4 de mayo no son unos comicios autonómicos más, sino que tendrán un fuerte impacto en la política española y, de paso, también en la catalana. A grandes rasgos las elecciones madrileñas pueden significar desde el escoramiento definitivo del PP hacia la derecha extrema (con un gobierno con Vox) hasta el principio del final de Ciudadanos y de su líder, Inés Arrimadas, pasando por, si salta la sorpresa, la llegada de la izquierda al poder 27 años después. Sea cuál sea el resultado, pues, habrá consecuencias directas sobre el mapa político español.

El resultado más previsible, sin embargo, es una gran victoria de Isabel Díaz Ayuso, que se tragaría todo Cs, y un gobierno de coalición PP-Vox. Solo si la extrema derecha no llega al umbral del 5% de los votos peligraría la hegemonía conservadora, pero este es un escenario poco probable. El populismo ayusista de bares abiertos y pocas restricciones en comparación con el resto del Estado ha conseguido esconder los desastrosos datos de contagios y muertos en la Comunidad. Esto, sumado a una personalidad desacomplejada y agresiva y a las promesas de rebajas fiscales, ha convertido a Ayuso en la heroína de la derecha.

Una victoria del PP y Vox pondría fin al giro moderado de Pablo Casado y le obligaría a abandonar cualquier posibilidad de pacto con Sánchez. Esto, sin embargo, no tiene por qué ser forzosamente negativo para el independentismo, puesto que sin posibilidades de llegar a pactos de estado con el PP, Sánchez ya solo podría mirar hacia sus socios de investidura. Aún así, el clima político se polarizaría más y el ruido mediático contra el gobierno PSOE-UP se multiplicaría.

Pero una victoria de la izquierda supondría un terremoto todavía más grande, puesto que privaría al PP de un feudo histórico que es ahora mismo el principal contrapoder de Sánchez. Con Ayuso y el PP más radical fuera de juego, Sánchez lo tendría más fácil para tomar decisiones arriesgadas con Catalunya, como por ejemplo los indultos a los presos o la reforma del Código Penal. Y también podría iniciar con más comodidad el camino de la mesa de diálogo.

Sea como fuere, resulta alarmante que no haya un debate a fondo en Madrid sobre lo que puede significar que Vox entre en un gobierno autonómico. Es cierto que el discurso de Ayuso no se diferencia mucho del de Rocío Monasterio, pero en el PP todavía existen sectores moderados que pueden hacer de contrapeso. Con Vox en el gobierno, sin embargo, el clima político en Madrid será irrespirable, y la imagen de España en general, y del PP en particular, en la Unión Europea quedará manchada. Porque será un gobierno clasista, ultranacionalista, reaccionario y xenófobo como los de Polonia o Hungría que Bruselas ha denunciado a menudo.

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