Cuando Madrid se reivindica

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Quan Madrid  se reivindica

1. FICCIÓN. Madrid se reivindica. Seguramente, el éxito de Ayuso se tiene que entender como una afirmación de su singularidad respecto al resto de España. Y, probablemente, Catalunya tiene algo que ver con esta peculiar afirmación identitaria. Ayuso promete la libertad. Es la libertad de aquel que cree que todo le está permitido: a él, no a los otros. Ciertamente una de las funciones de la política es crear ficciones. La singularidad de Ayuso es que ha hecho de su frivolidad una identidad. Y le ha funcionado. De hecho, es el modelo Trump. Y tiene tradición en el PP madrileño. De Esperanza Aguirre a Isabel Díaz Ayuso, en el fondo, solo hay una diferencia de grado. Ayuso ha sabido aprovechar el tremendo patinazo del PSOE en Murcia, ha convocado unas elecciones innecesarias, en estricto interés propio, justo cuando las ganas de huir de la pesadilla de este año hacen que todavía no haya plena conciencia de las graves consecuencias (económicas, sociales, patológicas) que probablemente emergerán de manera descarnada cuando venga el otoño. Del fracaso en Catalunya a la victoria madrileña: el PP se siente aliviado después del hundimiento de 2018.

2. PERSPECTIVAS. Mirar a Europa es útil para situar las cosas que pasan. ¿Qué vemos? Que la derecha se va desplazando hacia el extremo, mientras que la izquierda lleva tiempo habitada por el desconcierto y, con algunas excepciones, como la de los Verdes alemanes, las nuevas izquierdas no consigan llenar el vacío dejado por la socialdemocracia. De forma que a quien interpelan más estas elecciones es a los socialistas. Ya no da mucho más de sí el tacticismo permanente que Sánchez representa. De Madrid, tendría que aprender una lección: no basta con predicar sensatez y moderación. El lío es demasiado grande para creer que es posible salir sin mojarse.

A pesar de la histeria de crispación que se ha vivido, estas elecciones solo confirman tendencias ya en curso: la radicalización de la derecha (construyendo las pasarelas hacia el autoritarismo postdemocrático para proteger el orden económico vigente si van mal dadas) y el desconcierto de la izquierda. Entramos en una nueva etapa en la batalla por la hegemonía de la derecha española, en la que Casado se puede ir encogiendo, atrapado entre Vox y Ayuso, en un partido como el PP, en el que la derecha liberal (de escasa tradición en España) se arruga con gran facilidad. Al mismo tiempo, una vez más se confirma que el centro es un conjunto vacío y que a la hora de la verdad todo el mundo vuelve a casa. En este caso, al PP. Adiós, Ciudadanos, adiós.

La izquierda entrará en fase de mutación. El previsible alejamiento de Pablo Iglesias de la política simbolizará el fin de la etapa iniciada con el 15-M. El teatro ideológico acaba agotando al personal. De la capacidad de Más Madrid y de los socios de Podemos, como los comuns catalanes o los valencianos de Compromís, dependerá que tome cuerpo una izquierda capaz de competir y convivir con el PSOE. Sánchez tendrá que asumir que el juego de apuntar un poco a la derecha y un poco a la izquierda tiene un recorrido limitado. Madrid ha demostrado que es difícil atraer a la gente con propuestas que no saben a nada. Con Ciudadanos en pleno eclipse, el gobierno Sánchez solo puede vivir pactando con la izquierda y con los partidos periféricos. Y no le tendría que dar vergüenza. A la inversa, lo tendría que convertir en el proyecto alternativo a la derecha, con la ambición y el sentido del riesgo del político que sabe captar la oportunidad.

Sánchez ha especulado con el tramposo discurso del populismo que busca una simetría inaceptable: equipara la derecha neofascista con las nuevas formaciones de izquierda y con el independentismo para alimentar la fantasía del regreso a la pax PP-PSOE, que es el sueño de los poderes establecidos. Ya no toca. Si no rehúye esta trampa, el PSOE puede entrar en decadencia como sus parientes franceses, alemanes o italianos. ¿Y Catalunya? Si por un rato se saliera de la melancolía y se intentara volver a hacer política, la nueva coyuntura podría abrir alguna oportunidad. Una posibilidad de recuperar cierto dinamismo perdido, saliendo de este marasmo al que algunos dirigentes independentistas frustrados parezcan haber decidido condenarnos. Hace más de dos meses que votamos, ¿se acuerdan?

Josep Ramoneda es filósofo

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