La monarquía británica está dando casi tantas alegrías como en los mejores años de Lady Di. La familia pasa por un mal momento de salud, como tantas otras familias, pero para afrontarlo se han decidido unas estrategias comunicativas que cuestan mucho de entender si el objetivo no era generar especulaciones, conspiraciones y teorías de cotilleo varias. Además, la transparencia que prometía el rey Carlos para el nuevo reinado ha empezado más oscura que uno de sus días en las islas Británicas. Las enfermedades secretas y las escapadas por agotamiento de la sustituta Camila, que después se ha sabido que descansa cazando perdices en España, no ayudan a tener confianza en una monarquía, si es que existe alguna posibilidad de tenerla, así en general. Lo mínimo que se espera es que guarden la compostura, como se decía antes. Y ni eso.
Pero lo que más revuelo ha causado, y he aquí el tema que nos interesa, es esa mentira en torno a una foto retocada de Kate Middleton con sus hijos.
Nuevamente, la estrategia de comunicación ha fallado si lo que se pretendía era frenar rumores. Varias agencias rechazaron publicarla al constatar que la fotografía estaba manipulada, y la justificación de la manipulación, en dos versiones contradictorias, ha hecho aumentar las sospechas de que la mentira cada vez es mayor. Pero ¿por qué se miente? ¿Y cuáles son, en realidad, las consecuencias de esa mentira? ¿Puede esto hacer caer a una monarquía en la era de la desinformación?
El Parlamento Europeo acaba de votar la primera legislación mundial en torno a la inteligencia artificial, otro monstruo que vemos crecer a nuestro alrededor y del que esperamos consecuencias negativas alarmantes. La ley europea quiere evitarlas y pretende que la IA sea segura y respete los derechos fundamentales. Pero no hace falta ser de mal agüero para ver las buenas intenciones y tener muchas dudas de que la ley sea eficaz. Porque esta herramienta, que tiene unas aplicaciones muy positivas, está al alcance de los seres humanos, que son sus creadores. Y el propio concepto de inteligencia artificial ya viene cargado de manipulación. ¿Qué habría ocurrido si la foto de Kate Middleton la hubiera generado la inteligencia artificial en lugar de, supuestamente, ser manipulada por ella misma? ¿Se habrían dado cuenta las agencias y los medios? ¿Nosotros? ¿Es cada vez más fácil hacer una mentira perfecta y más difícil una verdad creíble?
Esta semana se han conmemorado los 20 años del 11-M, una tragedia que estuvo envuelta por una mentira que, entonces, hizo caer a un gobierno. Pero la mentira sigue defendiéndose como verdad. "Ni callamos hechos ciertos ni aceptamos mentiras reiteradas", han escrito desde la FAES para defender la gestión de Aznar. Así pues, 20 años más tarde, José María Aznar insiste en que no mintió. Nunca reconocerá la verdad. No lo necesita. No le va mal. También el periodista Alfredo Urdaci, entonces jefe de informativos de TVE, ha insistido en que no actuó al dictado de la Moncloa. Quizás él se lo cree, realmente. Y el entonces ministro del Interior, Ángel Acebes, actualmente en Iberdrola, todavía debe de estar buscando la luz de una segunda línea de investigación. Discupad el chiste fácil.
La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, ha aprovechado el filón de la amnistía para defender a su pareja de fraude fiscal y ha asumido un "si soy culpable de algo es de tener una relación con un ciudadano anónimo" que casi nos hace llorar a las más románticas. Pero respecto al fraude, ¿alguien cree que Ayuso dice la verdad? Y si miente, ¿caerá?
Ante lo que tenemos y lo que vendrá necesitamos una Casandra y, sobre todo, creérnosla.