Dos mujeres que bailan

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Mercè Rodoreda, en la plaza de Gràcia que inspiró su gran novela

1 Mercè Rodoreda escribió La plaza del Diamant y se convirtió, con el tiempo, en un clásico de la literatura europea. Por el tema, por la trama y por la fluidez genial con la que está escrita la novela, el personaje de Colometa se ha convertido en un símbolo: el de la mujer enjaulada por su marido y por los tiempos que le ha tocado vivir. Rodoreda sabía tanto de matrimonios infelices, de mujeres resignadas, de vidas tortuosas y de la Barcelona gris, que en cada página se deja un pedazo de piel. Cuando se insinúan los traumas de la escritora, las angustias del personaje llegan al lector con toda la sinceridad, ya sea en catalán o en cualquiera de las casi cuarenta lenguas a las que se ha traducido esta obra, que es mucho más que una novela sobre la posguerra.

2 Ahora Carlota Subirós ha adaptado La plaza del Diamant para el teatro y le ha dado un aire contemporáneo. Son dos cosas que conllevan un gran riesgo. Y, más aún, sumadas. En no pocas ocasiones, el resultado de un experimento así es un buñuelo que desvirtúa la obra original y desespera al espectador. ¿Cuántas veces ha ocurrido que de una gran novela se hace un rábano de adaptación teatral o cinematográfica? Sin embargo, éste no es el caso. Al contrario. Lo que ha conseguido este montaje es poner sobre el escenario una de las creaciones más fantásticas, imprescindibles y emocionantes que hemos podido ver en estos últimos años en el Teatre Nacional, ese edificio de Bofill tan lustroso por fuera como sumamente incómodo en el patio de sillones.

3 Carlota Subirós y Ferran Dordal han hecho una apuesta atrevida y les ha salido una obra de arte. Han dejado de lado a un montón de personajes de la novela y han decidido dar voz, tan sólo, a Natalia. Sólo habla ella. No hay nadie más en escena. Eso sí, Natalia, convertida en Colometa por capricho de su marido, al que conoció bailando en una carpa, habla a través de diez actrices distintas. De jóvenes y mayores, blancas y negras. Ésta es, en buena parte, la gracia. Este hilo narrativo, coral y caleidoscópico, nos alerta de que mujeres como ella las hay, y las ha habido, en todas las épocas, en todas partes y en todas las edades.

4 Este montaje original, tan bien trabado, pone en valor la universalidad del mensaje de Rodoreda. Y, también, la actualidad rotunda del tema. En la era del Me Too y en las semanas escalofriantes en las que el Telediario nos enseña testimonios de mujeres que, en Gaza o en Ucrania, se esfuerzan por proteger a sus hijos de los bombardeos, de los miedos y del apetito, los sacrificios de la madre abnegada nos recuerdan, todavía hoy, ese rol protector que la vida les asigna. Su guerra es nuestra guerra. Si tiene ganas, La plaza del Diamant estará en la sala grande del TNC hasta el 5 de noviembre.

5 Otra mujer que baila la encontramos en La Villarroel. Sandra de Love Love Love, la obra de Mike Bartlett que nos lleva a la Inglaterra más hippy de finales de los años sesenta. El desinhibido baile que Sandra se marca de entrada cautiva a Kenneth y arrastra a los espectadores hacia los sueños de juventud y hacia los primeros amores, tan frescos. Con los años, a medida que avanza la obra y que los puerros dejan paso al alcohol, y que la vida se convierte en rutina, se van desgastando las ilusiones de la pareja de protagonistas. A través de una comedia bien apegada, Love Love Love denuncia la pérdida progresiva de los ideales, evidencia el combate generacional entre padres e hijos y, de nuevo, subraya el papel galdoso que se ha otorgado a las mujeres. Como Sandra, Laia Marull lo borda en los tres actos, haciendo de joven, de madre de adolescentes y de jubilada. Si tiene ganas de pasar un buen rato, en La Villarroel hasta el 3 de diciembre.

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