El artículo que hace quince días publiqué en estas páginas tenía por tema presentar normas sobre el comportamiento parlamentario que son ahora indicadas para los partidos que en términos generales apoyan al gobierno español y que pretenden, es de suponer, articular una política sostenible, lo que –dado el talante actual de PP y Vox – significa una política que sea compatible con evitar una mayoría absoluta de estos dos partidos en las legislativas que vendrán dentro de unos años. Proponía dos normas: hacer políticas de centro y no hacer guirigay parlamentario. Para ello último recomendaba dos reglas: negociar y pactar antes de tramitar leyes en el Congreso y evitar la geometría variable, es decir, por parte del PSOE no buscar la ayuda del PP y por parte del resto no votar mociones del PP o Vox.
Con la discusión de tres decretos ley hemos tenido esta semana la primera experiencia parlamentaria. Permítanme comentarla a la luz de las normas y reglas que acabo de describir.
En cuanto a proyectar una imagen centrista creo que el resultado de las votaciones pasa el test. El voto favorable del PNV y, sobre todo, el desmarque de Podemos lo avalan. Podemos parece en proceso de hacerse el harakiri. ¿Un partido de extrema izquierda votando con Vox? En contraste, Sumar se centra.
El guirigay parlamentario, sin embargo, no lo hemos evitado. Los tres decretos no habían sido pactados. No sé si esto ha sido primariamente porque el PSOE no lo ha querido o porque Junts no se ha prestado a ello. Como tampoco parece que los demás partidos hubieran participado en una negociación previa, es probable que el PSOE haya hecho la probatura de una política más unilateral: ahí están los decretos, son globalmente buenos y los votaréis porque la alternativa sería peor. También trató de obtener el voto del PP. Es posible que aquí Junts haya logrado lo que quizá se proponía: sacar algún rédito de la votación y hacer razonablemente creíble que el futuro parlamentario puede ser caótico si no se negocia por adelantado. Si el PSOE es prudente, es lo que va a hacer. Las implicaciones de un guirigay persistente son demasiado malas.
En cuanto a los réditos que Junts ha obtenido –y que en una situación estabilizada serían los que también obtendría en una negociación previa–, dos observaciones:
- El “traspaso integral de competencias en inmigración” es un término demasiado grandilocuente. Parece que Junts se avergüence de lo que realmente puede que haya logrado, que es la delegación de algunas competencias en la gestión de las políticas migratorias. Dada su importancia, no se trata de un hecho menor que sea necesario devaluar con magnificaciones retóricas.
- Priorizando el tema de la inmigración, Junts sitúa a la competencia con ERC en su terreno natural, y eso es bueno. En efecto, se desmarca de ERC por la derecha en el eje de la gestión económica, donde realmente se diferencian.
Afortunadamente, la idea de forzar por la vía política el retorno de empresas decayó. Era un error. Transmite un mensaje de vivir en el pasado. Lo que ocurrió, ocurrió, y es irreversible. El futuro económico de Catalunya debemos encararlo desde la situación que ahora tenemos y no intentando reconstruir el pasado. Desde donde estamos, las posibilidades económicas de Catalunya, si sabemos impulsarlas bien, siguen siendo muy notables. Y si en ese camino alguna empresa devuelve su sede a Catalunya, pues será bienvenida, pero no es una cuestión de vida o muerte.
Ahora bien, en el apartado del guirigay parlamentario Junts está cometiendo un error más grave. Parece tener una necesidad compulsiva de humillar al PSOE. De restregarle por la cara la dependencia de sus votos. ¿Y qué saca de esa actitud? Pues hinchar resentimientos, proyectar una imagen de desbarajuste y, en definitiva, propiciar una victoria contundente de la coalición PP-Vox. Es una actitud infantil impropia de la tradición que Junts representa.
En mi artículo anterior reconocía que tendríamos incidentes de inmadurez y que la perfección no será posible, pero advertía que no nos podíamos permitir demasiada imperfección. Esta semana fue imperfecta, pero no desastrosa. Queda tiempo. Si todos los partidos aprenden la lección de la semana, las cosas pueden ir bien. Si seguimos meses y años como esta semana, el desastre será la consecuencia segura. ¿De qué servirá ir obteniendo retornos si todo retrocede cuando ganen PP y Vox con un programa de dureza contra Catalunya? ¿De qué sirve navegar hacia Ítaca si al mismo tiempo nos entretenemos en ir haciendo agujeros por debajo de la línea de flotación del barco?