Hay conceptos que a pesar de haber sido acuñados hace cuatro días se utilizan como si tuvieran un recorrido histórico inmemorial. Algunos llegan a ser tan exitosos que son empleados a diestro y siniestro y, en consecuencia, se acaban desnaturalizando. El concepto de negacionismo forma parte de estas palabras que empezaron designando un hecho ultraconcreto pero posteriormente se convirtieron en una especie de insulto polivalente o algo aún peor, como veremos después. En 1987 el historiador francés Henry Rousso creó y desarrolló la idea de négationnisme en el ensayo Le syndrome de Vichy con el sentido que tiene en la actualidad. El concepto hacía referencia específicamente a la corriente que en ese momento negaba la realidad del Holocausto y de los crímenes nazis en general, tanto en Francia como en otros países europeos. Distinguía el negacionismo de lo que llamaba "revisionismo histórico legítimo", es decir, una relectura fundamentada y crítica de la historia basada en nuevos datos o perspectivas. ¿Qué significa exactamente esa distinción? Afirmar que el régimen de Vichy comandado por el mariscal Pétain no participó en la deportación de judíos franceses a los campos de exterminio es un ejercicio extremo de negacionismo, porque existen miles de pruebas documentales que así lo demuestran. En cambio, replantearse la figura de François Mitterrand, o incluso del héroe de la resistencia Jean Moulin, por ejemplo, a partir de documentos y fotografías aparecidas en fechas muy tardías, en la década de 1980, representa una revisión histórica del papel real de Francia durante la Segunda Guerra Mundial, no una forma de negacionismo encubierto. Por cierto, Rousso también es autor de la exitosa expresión "un passé qui ne passe pas" ("un pasado que no pasa").
Un poco más adelante, en 1992, nacía la revista Continuum, la más influyente en ese momento de la comunidad LGTBI británica. Basándose en el construccionismo social de la teoría queer, sostenía que el virus del VIH no existía y que el sida era, en realidad, una invención del heteropatriarcado para culpabilizar a este colectivo. La revista dejó de editarse en el 2001 porque todos sus editores murieron... de sida. He aquí otro caso flagrante de negacionismo, en este caso con consecuencias en la salud pública. Esto no es lo mismo que poner en evidencia la asociación entre sida y pobreza en África, por ejemplo, porque no implica negar un conjunto de evidencias sino simplemente subrayar una concreta.
Por lo general, pues, el negacionismo consiste en rechazar explicaciones ampliamente consensuadas por la comunidad científica, no consideraciones ideológicas incluso cuando son muy populares. Sin embargo, en los últimos tiempos la tendencia ha sido utilizar el concepto como un parapeto dialéctico para fortificar ideas que son perfectamente discutibles, aunque gracias a esta inercia ya no pueden ser objeto de debate público. Ni siquiera pueden ser matizadas. De este modo, muchas posiciones que se presentan como una denuncia de varios negacionismos son, en realidad, formas extremas de dogmatismo camufladas con el lenguaje blando de la corrección política, coartadas argumentales. Transformar un concepto en un insulto polivalente no es nuevo. En los Estados Unidos de la década de 1950, la práctica totalidad de las discusiones políticas se acababan en seco cuando alguien afirmaba teatralmente: "¡Usted dice esto porque es comunista!" En ciertos contextos el término ha sido sustituido hoy por el de fascista. Esta generalización sería solo un pecado dialéctico venial si no fuera porque el concepto designa cosas inquietantes y ahora mismo se está vaciando de significado.
En cualquier caso, la estrella rutilante del abuso semántico interesado está relacionada actualmente con el concepto de negacionismo. ¿Por qué tiene tanto éxito? Pues porque refuerza las convicciones ideológicas propias y a la vez estigmatiza las ajenas: ¡para hacer callar a una persona sin aportar ni un solo argumento articulado es una ganga! Insisto, porque creo que hay que hacerlo, que aquí no estamos hablando de evidencias científicas (eso sí que sería negacionismo) sino justamente de simples convicciones ideológicas disfrazadas de evidencias científicas (esto no tiene nada que ver con el negacionismo). El negacionismo real debe denunciarse con firmeza porque es una peligrosa distorsión de la realidad. Luego está este nuevo dogmatismo basado en inventarse negacionismos; torpedina debates decisivos que convendría no postergar. Y con esto vuelvo al principio del artículo: el concepto nació para aportar rigor y esclarecer los términos de un debate importante, no para ocultarlo.