Netflix descubre al peor cirujano del mundo

'El gran cirujano del engaño', serie de Netflix sobre Paolo Macchiarini.
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Una de las producciones más exitosas de Netflix en las últimas semanas es El gran cirujano del engaño (Bad surgeon. Love under the knife), una serie documental que denuncia las atrocidades de un médico de renombre internacional. Paolo Macchiarini fue reconocido por la comunidad médica como una eminencia, un pionero en los trasplantes traqueales. Su principal aval fue el del Instituto Karolinska de Suecia, donde realizó la mayoría de sus intervenciones. Macchiarini, sin embargo, trabajó en todo el mundo. Una vida frenética y nómada que facilitó que sus disparates médicos quedaran como casos aislados y aleatorios y no como la práctica cruel de un personaje frío, narcisista y mentiroso. En El gran cirujano del engaño hay dos tramas principales: la del fraude profesional y la de la farsa personal. Una de las protagonistas del documental es la periodista Benita Alexander, quien estuvo a punto de casarse con Macchiarini hasta que descubrió su manipulación y su permanente negligencia médica. Al mismo tiempo, podemos seguir las investigaciones realizadas por periodistas suecos que, con la ayuda de los médicos del Karolinska, pudieron demostrar que Macchiarini violó todos los códigos éticos y protocolos científicos.

El gran cirujano del engaño son tres episodios que causan consternación. La historia parece imposible. Es uno de esos casos que si se hubieran explicado a través de la ficción el público lo habría despreciado por inverosímil. ¿Cómo puede ser que los hospitales más reputados del mundo confiaran en Macchiarini para realizar intervenciones quirúrgicas crueles y letales para sus pacientes?

La serie documental nos obliga a reflexionar sobre el poder de las personalidades narcisistas y su capacidad para confundir a los médicos y pacientes. Un temperamento que transmitía seguridad, confianza y autoridad científica, un seductor en el sentido más amplio del término. Consiguió que otros profesionales médicos creyeran en su talento hasta que descubrieron lo que pasó después de las operaciones y cómo Macchiarini abandonó a sus pacientes.

Hay un factor clave que funciona muy bien en la televisión. La reputación internacional del cirujano y su técnica supuestamente pionera despertaron, en su momento, el interés de numerosos medios de comunicación, que informaron sobre Macchiarini para realzar aún más su prestigio. El gran cirujano del engaño, por tanto, tiene todo un material que ahora cobra un nuevo significado. Todo el contenido descartado de un documental que se rodó en un hospital de Rusia donde Macchiarini actuó con absoluta impunidad sirve ahora para demostrar la temeridad médica y la falta de empatía de este doctor. Muchos de los vídeos que él mismo grabó con su teléfono móvil para enviárselos a las mujeres con las que mantuvo una relación también sirven para evidenciar una enfermiza megalomanía. Y, además, hay un dato inquietante: Macchiarini vivía en Barcelona y también trabajaba en hospitales catalanes. Un dato que nos hace pensar que tal vez queden historias sobre este médico que aún quedan por contar.

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