Este artículo contiene algunos spoilers, pero no tantos.
Admito que recibí tantos mensajes para que viera Don't look up que acabé albergando más expectativas de las recomendables para verla. Vino en mi auxilio mi amiga y talentosa directora Paula Ortiz que me explicaba por Telegram que la estética de la farsa es difícil de mantener en todo un largo y que, al mismo tiempo, los largometrajes cada vez compiten peor, a la hora de hilar fino, con las series. Ciertamente no dejará la huella de The good fight ni de Succession. Pero superada la frustración inicial, lo cierto es que la película de Adam McKay mola bastante para terminar el año, precisamente porque capta de maravilla el espíritu de nuestros tiempos.
El éxito de su estreno en Netflix y la conversación social que ha generado en todo el mundo nos dice al menos dos cosas. La primera es que ha gustado a millones de personas que han visto su mundo (nuestro mundo pandémico y distópico) muy bien retratado en la comedia a pesar de que fue concebida antes de la pandemia. La segunda es que la película ha actuado como un artefacto político crítico de gran eficacia en España. Las redes sociales llevan días ardiendo con el tema. Decenas de tuiteros, desde Rosa María Artal hasta la propia cuenta de Neftlix España, reconocieron a Susanna Griso en el personaje de Brie Evantee (Cate Blanchett). El propio Pedro Vallín, incontenible como es él, llegó a compartir un tuit del guionista Javier Durán en el que ensayaba un same energy entre una foto de Evantee y Jack Bremmer (Tyler Perry) y otra de Susanna Griso y Pablo Motos. Había un amplio consenso también en las redes sobre que Isabel Díaz Ayuso estaba muy bien representada por Janie Orlean (Merly Streep) y por extensión que en el carente de escrúpulos Jason Orlean (Jonah Hill) era Miguel Ángel Rodríguez solo que más sobrio, de carácter. Enric Juliana mientras tanto callaba y se refugiaba en el preciosismo estético de Paolo Sorrentino (cada uno se refugia de los meteoritos como puede y Juliana hace mucho que decidió esperar el fin del mundo en le botteghe oscure de su Italia interior). Juan Carlos Monedero disparaba a matar y comparaba la película con los retratos de Goya de los Borbones, mientras Jorge Moruno barría para casa con trazo grueso madrileñista y comparaba la llegada del cometa con la situación de la atención primaria en Madrid (militante pero pelín forzado, Jorge). Por su parte, el jurista Joaquín Urías de descojonaba con elegancia procesal del recibimiento entusiasta que ha tenido la película entre ultraderechistas, negacionistas y cuñados orgullosos de haber estudiado en la universidad de la vida. Ayer dijeron que era una vergüenza pretender politizar una canción escrita para La casa de papel como el Bella Ciao y hoy les encanta Don't look up. Borja Semper dijo, salomónico, que la peli va de todos y pensará seguramente que Casablanca es un filme que podría resumirse en “ni fascistas, ni antifascistas”. El mejor, sin duda, Juan Carlos Girauta: “Todos son idiotas en este mundo apocalíptico”. Quizá con este lema Ciudadanos remonte. Apunta Arrimadas.
Pero el caso es que Don't look up retrata bien algunos males políticos de nuestros tiempos. Los poderes mediáticos conservadores mienten de manera militante desde el momento en el que la verdad y la mentira son, como explicaba la periodista Olga Rodríguez, dos puntos de vista legítimos en nuestros tiempos. A modo de ejemplo: ¿Quién tenía las competencias en la gestión de las residencias de ancianos durante la pandemia? La verdad es solo una opción periodística y los medios reaccionarios pueden optar por contarla o no, pero sus líneas editoriales casi siempre les llevarán a mentir. El bulo es más eficaz ideológicamente que la verdad. Así funciona y los periodistas lo saben. Si yo les contara la de mensajes que tengo diciendo “es que trabajo donde trabajo”. La peli explica así una clave mediática fundamental de nuestro tiempo: lo importante para hacerlo bien en la tele no es decir la verdad, sino tener el entrenamiento adecuado para gustar a un tipo concreto de audiencia. Un cometa que, según los científicos, avanza peligrosamente hacia al planeta, es solo un relato tan legítimo como cualquier otro.
El filme de McKay también explica una clave económica: que en el capitalismo la lógica del beneficio empresarial está siempre por encima del interés general. ¿Por qué no se liberan las patentes de las vacunas? ¿Prima el interés general o el beneficio de las farmacéuticas? Respóndanse ustedes mismos.
Véanla y hablen de ella durante estas fiestas. Dice seguramente más de lo que ha pasado en estos años que los resúmenes que harán muchas televisiones.