Carlos Mazón en la reunión del pleno del Consell en Valencia, el pasado 12 de noviembre.
14/11/2024
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Sigue siendo absolutamente insoportable asistir a la confrontación de responsabilidades políticas y al aprovechamiento carroñero de la desgracia para hacer partidismo. Sigue siendo escandaloso oír hablar el mismo Mazón de la irresponsabilidad que sería ahora dimitir y que por eso hace caer a otros incompetentes de su gobierno, si es que no lo son todos, y él mantiene esa gallardía española de quedarse al frente cuando las cosas van mal dadas. Por cierto, echa a dos mujeres incompetentes, que ya me está bien, pero ningún hombre incompetente, que no me está bien, y recuerdo, porque espero que vosotros ya lo haya olvidado, que el secretario autonómico de Seguridad y Emergencias y director de la Agencia Valenciana de Seguridad y Respuesta a las Emergencias (AVSRE) estaba reunido con el jefe de festejos taurinos cuando Aemet y el Centro de Coordinación de Emergencias ya habían alertado sobre la DANA al fatídico el martes de octubre. Por no hablar de la propia incompetencia de Mazón y sus almuerzos de sobremesa del domingo un martes mientras Valencia se ahogaba. Cuando las prioridades del personal son tan poco discretas, no cabe esperar la elegancia de la renuncia. De hecho, nada se puede esperar. Por eso sólo existe la posibilidad de exigirla.

Más de dos semanas después, y con la boca muy pequeña, estos días simulan que se van asumiendo algunos “errores” y el líder supremo del PP reconoce que "se podían haber hecho mejor las cosas", que es una frase que puede servir para casi todo, especialmente para las personas más autoexigentes, que no se encuentran en las filas del PP; y que es algo como aquél pedir “perdón” curanesco o monárquico, con el que ya se da por cerrado cualquier capítulo, ya sea de pederastia, de matanza de elefantes o de incompetencia criminal. Es evidente que "se podían haber hecho mejor las cosas", pero esto no está al alcance de un partido que debería utilizar la frase como lema pero con un añadido: se podían haber hecho mejor las cosas, pero para nosotros hacerlas mal es un objetivo. Porque la lista de méritos que han hecho para caer es notoria y, en cambio, se mantienen de pie. Aunque en este país de transición perpetua no es raro ver cómo se sostienen las estructuras de estado. Que ellos sean inútiles, no quiere decir que las estructuras no sean sólidas. Y más aún cuando alguna hace historia y eleva a ingeniero visionario al dictador patrio.

"Se podían haber hecho mejor las cosas", ciertamente. Pero nos hemos acostumbrado a que no se hagan y que de la desgracia se pueda sacar un rédito, sea político o económico, como con el aumento de precio de los coches en Valencia. Los escrúpulos no forman parte del sistema. Por eso es muy diferente aceptar las disculpas de alguien que se ha equivocado que las de alguien que ha decidido hacer las cosas muy mal y, en lugar de disculparse, se exculpa con unas historias que se rebaten con lo mismo esfuerzo de soplar una vela. Digo que no se puede hacer peor, pero los veo capaces.

La constatación de estar en manos de estos personajes genera una sensación de inseguridad contra la que no hay alarmas que valgan, ahora que no paran de hacer publicidad. Tampoco suena nada en ningún móvil cuando uno de estos cínicos aprovecha cualquier oportunidad delirante para quitarse la responsabilidad de encima y atacar a otro, que se devuelve, y el siguiente. Mientras, el barro se atasca en las cloacas y todo se enmerda un poco más. Claro que existen excepciones. Siempre existen excepciones. Pero la excepción debería ser esa miseria. Y no es el caso.

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