Imagen de la gran exposición Picasso-Miró en la Fundación Miro .
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Desde el mirador de la Fundació Miró he tenido el privilegio de seguir el largo proceso de preparación de la gran exposición Picasso-Miró que esta semana se ha inaugurado en el Museu Picasso y en la Fundació Miró. La exposición es sencillamente extraordinaria y sobre su contenido sólo quiero transmitir un mensaje: no se la puede perder. Es una exposición que si se hiciera en Berlín merecería viajar. Pues la tiene cerca de casa. En un breve discurso en la ceremonia inaugural, el ministro de Cultura, Miquel Iceta, comentó que en el ejercicio de su función había aprendido lo complejo y difícil que es conseguir los préstamos clave para una gran exposición, y felicitó a las cuatro curadoras por haberlos conseguido. Un reconocimiento bien merecido, y extensible a todos los demás responsables. Para montar una exposición de primera se necesita talento para concebirla y el oficio para obtener las piezas. talento y oficio ha habido mucho por parte de Elena Llorens y Margalida Cortadella, del Museo Picasso, y de Sònia Villegas y Teresa Montaner de la Fundació Miró. Muchas gracias.

No puedo resistir, tomando como excusa la exposición, hacer tres reflexiones extraartísticas:

1. Picasso y Miró eran talentos inmensos, lo sabían, y sabían que para desplegarlo era necesario instalarse en París. Hoy el mundo es más pequeño y Cataluña está muy conectada. Más que hace un siglo, puede triunfarse desde aquí. Tenemos muchos ejemplos. De hecho, el propio Miró, en su madurez, vivió en Barcelona y en Palma. Pero no nos engañemos: sigue siendo el caso de que emigrar, o hacer largas estancias, en los centros neurálgicos del arte o del conocimiento es una necesidad que sienten muchos artistas e investigadores. Esto no debemos vivirlo con angustia. Debemos trabajar, sí, para que nuestro país sea atractivo para el propio talento, pero es tanto o más importante facilitar a nuestro talento que llegue a sus límites, aunque eso signifique instalarse en los grandes centros mundiales. Lo es por dos razones: porque debemos desear lo mejor para nuestros hijos e hijas y porque, considerada globalmente, la diáspora mantiene un arraigo en sus orígenes que acaba manifestándose en retornos de gran impacto. Si Picasso y Miró no hubieran dado el salto a París, quizás hoy no tendríamos Museu Picasso o Fundació Miró.

2. Como he dicho, los catalanes no deberemos ir a Berlín para ver una exposición de una calidad y envergadura a las que no estamos acostumbrados. Sería muy deseable que cada año tuviésemos una exposición de estas características. Ahora bien: ¿podemos permitirlo? Estoy convencido de que la respuesta es afirmativa. Será interesante realizar, a su conclusión, el balance económico del proyecto Picasso-Miró. Conjeturo que comprobaremos que se generarán ingresos más elevados de lo habitual que compensarán los costes también más elevados. Un factor decisivo habrá sido que Barcelona es una ciudad que atrae a visitantes y, como bien sabe la Sagrada Família, esto genera ingresos. El turismo tiene luces y sombras, pero que vengan de Berlín y contribuyan a mantener un nivel cultural alto en nuestro país es sin duda una luz. Una agenda de promoción de exposiciones del nivel de la Picasso-Miró contribuiría también a ir reorientando la composición de nuestros visitantes hacia los segmentos que más nos interesan.

3. La exposición ha sido un proyecto colaborativo entre dos instituciones que nunca habían colaborado con esa intensidad. El Museu Picasso y la Fundació Miró son, de cara al público, instituciones muy paralelas: responden al modelo de museo monográfico de un artista. Pero de cara adentro son bastante diferentes. El Museu Picasso es municipal y completamente público. Ahora cuenta con una fundación de apoyo, pero sus trabajadores son funcionarios municipales. La Fundació Miró es una institución privada con participación minoritaria en su patronato del Ayuntamiento, la Generalitat y el Estado. El proyecto lo podemos ver, pues, como una forma de colaboración público-privada. Es importante que tengamos más de éstas. Cataluña dispone de buenos museos públicos pero también de buenos museos y colecciones privadas. Si trabajan juntos el efecto será multiplicativo. Hago constar que lo que estoy enfatizando en el ámbito del arte también es cierto para la música. Aquí ya hemos adelantado. Por ejemplo, con la iniciativa Barcelona Obertura, impulsada inicialmente por Barcelona Global, en la que Auditori, Liceu y Palau coordinan programación. La pandemia fue un obstáculo, pero, una vez superada, la iniciativa debería reanudar con fuerza.

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