La nueva Iglesia catalana

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Dídac Romagós ha logrado que las ondas de Ràdio Vilablareix rompan las fronteras de su pequeño municipio.

Dios nos ha dado la espalda. ¿Te dijes? ¡Ca! Dios tiene otro trabajo. Ahora mismo está sembrando guisantes con el Espíritu Santo. Pero Dios no está. Eh, al menos en las iglesias catalanas. Lo susurran como una confesión a medio hacer muchos devotos rebotes estos días de Semana Santa: cada vez se ruega menos y se pliega más el catalán en los templos católicos de Catalunya. La palabra ya no es de Dios, es de Dios. Amén bilingüe.

A la Iglesia catalana se le comió la lengua el gato hace años y cerraduras. Obra de animal de ingeniería demoníaca. Todo siempre entra por Ponent. Ni creyentes, ni comecapellanos, ni acelgas soleadas antifotosíntesis, todavía son conscientes de lo que supuso aquel Hiroshima espiritual que entre 1995 y 1998 anexionó por los cojones de un Dios español todas las parroquias (111) de la Franja de Ponent: ocho siglos en obispado de Lleida y dieciséis siglos en la Tarraconense. Y con ello todo el arte de la ermita más pequeña en Sijena. Esto fue un 1707-1714. Un 1936-1939. Un 155. Ocupación total y letal. Y así, también, la lengua cayó rodando hasta la fecha.

La Franja espiritual fue un ensayo nuclear de lo que vendría. Pero, claro, algunos creen que lo de la religión no va con ellos. Pero es la iglesia, la escuela, los medios, la calle, las gazapos, las cajas de cerillas... El desmantelamiento es absoluto. Hace años que lo sentimos, lo vemos, lo sabemos. Ni caso. Ahora mismo los seres que nos atrevemos a hablar catalán, día a día, somos antisistema. Somos una avanzada y socializada anomalía. Ya señalados. Quizás en un futuro perseguidos. ¿Es la hora? Tal vez llega. Lo que profetizó el tocinero espiritual de la carne catalana: el filósofo Francesc Pujols. Es necesaria una religión catalana. Porque, como decía él, si se tiene casa propia, también es necesario tener una religión propia. Amén, hermano.

No hace falta orar porque la cosa ya se está haciendo. Nacen nuevas iglesias en todo el país. Quizás le parezcan diferentes. Arquitectónicamente, seguro. Pero entremos. Vamos a orillas de Girona. En Vilablareix. Allí está uno de los novatos templos con más feligreses del país: Ràdio Vilablareix. La emisora ​​local más escuchada de Catalunya. Estamos ante uno de los fenómenos de la contemporánea religión catalana. En esta casa del nuevo Señor ruegan las 24 horas del día en catalán. Música celestial de todos los Países de la Fe catalana. ¡Milagro! ¡El mudo puede hablar por los descosidos! El cura DJ, Didac Romagós, es un “pesado”, pero un “pesado” de marca y de sagradas y pesadas escrituras. Su catecismo es de moral física inflexible: maneja a la radio a todos los entrevistados. Y como legión sedienta de ovejas desorientadas sin fe, todo Cristo sube hacia un pueblo de menos de tres mil habitantes. ¡Milagro!

Si la iglesia musical, cultural, existencial de Vilablareix brotase, se multiplicara por diez, veinte, treinta... por toda Cataluña, la religión catalana ya sería un hecho. La fe es sólo una: pequeñas iglesias, pero campanas grandes. Debemos repicar, repicar y repicar. Debemos ser muy pesados. Porque no pesa el plomo ni la palabra: pesa la estupidez. Lo que pesa es que en las balanzas del país, de la lengua, no podamos pesar nada. Lo sabía bien, el amigo Isaías, profeta de la salvación: "¡Sordos, escucháis! ¡Mirad, ciegos, y veáis! [...] Has visto muchas cosas, pero no las recuerdas; sentías bien, pero no escuchabas! [ ...] Pero he aquí este pueblo capturado y convertido en botín. Todos han sido cazados en las cuevas y metidos en calabozos. Los han capturado y nadie los libera, son botín que nadie reclama. Quien de vosotros quiere oírlo ¿Quién quiere entender lo que yo había predicho?” ¿Eh?, pues, de cara a la campana, el altavoz, el subwoofer, el grito, el gemido y la hostia santa, o no. Amén.

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