BarcelonaLa economía ha dado muchos tumbos los últimos 15 años. La crisis de 2008-2013 dejó una profunda herida social y llevó al euro al precipicio, de forma que, cuando llegó la pandemia y la economía se paró en seco, se tomaron medidas muy diferentes: Europa optó por un ambicioso programa de inversión, los fondos Next Generation, para acelerar la transición ecológica y el cambio de modelo productivo. Pero he aquí que enseguida aparecieron problemas no previstos, como por ejemplo la interrupción de las cadenas de suministro de componentes clave como los microchips o la subida de precio de las materias primas y la energía. Estos costes se dispararon a partir de febrero, con la invasión rusa de Ucrania, y el resultado ha sido una espiral inflacionaria que está empobreciendo a medio mundo. Ante este panorama, los principales bancos centrales (con el Fed y el BCE al frente) han decidido aplicar una política agresiva de subida de tipos para enfriar la economía y contener los precios. Aun así, el peligro de que estas recetas acaben provocando una recesión no es nada descartable.
Este domingo en el ARA analizamos la situación del sector exterior catalán, lo que exporta y qué es especialmente sensible a la coyuntura global. Y para hacerlo no tenemos más remedio que dirigir la mirada hacia nuestros principales clientes, el Reino Unido, Francia, Alemania o China, para ver cuál es su situación. Los datos durante el primer semestre del año han sido especialmente buenos y demuestran que las empresas catalanas están haciendo los deberes en el ámbito de la internacionalización. Pero todas las voces consultadas coinciden en que de cara a la segunda parte del año hay más incertidumbre que optimismo. Todos estos países que son los principales compradores pasan por dificultades, incluso China, a la que la estrategia de covid 0 le está saliendo muy cara. Alemania no tiene todavía una alternativa clara al gas ruso y teme perder competitividad, Francia y Gran Bretaña son víctimas de la inflación, igual que Estados Unidos.
Por lo tanto, estamos ante un nuevo paradigma económico, una situación desconocida de la cual nadie sabe con seguridad cómo saldremos. La visión optimista destaca que los cuellos de botella que estrangulaban el comercio mundial se han ido resolviendo y que los precios de algunas materias primas (no la del trigo) se están normalizando. Pero otros avisan de que, si las subidas de tipos no tienen un efecto inmediato en el control de precios, el consumo caerá en picado en todos estos países y arrastrará la economía.
Ante esta situación, las empresas catalanas están obligadas a ser más competitivas que nunca, a encontrar mercados alternativos mientras Europa tiene que buscar fórmulas energéticas sostenibles para evitar la dependencia de terceros. La era del petróleo barato llega a su fin. Y la actitud rusa hace pensar que la estabilidad geopolítica tardará en volver. Por lo tanto, la economía dependerá, más que nunca, de la capacidad de las instituciones internacionales de navegar en medio del temporal sin hundir el barco.