OBSERVATORI

Orbán desafía también con la vacuna

Carme Colomina
3 min
El primer ministre d'Hongria, Viktor Orbán.

Hungría será el primer país de la UE en poner a prueba la vacuna rusa contra el covid-19. Bajo presión política y económica, el primer ministro Viktor Orbán ya salió, hace unos días, a anunciar que estaba en conversaciones con China y Rusia para tener la vacuna al alcance antes de finales de año. Ayer dio un paso más asegurando que en menos de dos semanas ya tendrán las primeras muestras de la Sputnik V, la vacuna con nombre de guiño a otra carrera científica, la de la era espacial que marcó la Guerra Fría. Orbán se desmarca así del paraguas de Bruselas, que negocia con otras farmacéuticas para proveer a los Veintisiete tan pronto como se pueda pero que ha descartado los proyectos rusos y chinos.

La segunda oleada de la pandemia ha golpeado a Hungría con más fuerza. En octubre el país registró más muertos por el covid-19 que la suma de los cuatro meses anteriores. Fue el tercer país en contagios por millón de habitantes, después de la República Checa y Rumanía. El virus también ha afectado políticamente al gobierno: con el escándalo de un ministro retratado en un yate en Croacia en pleno confinamiento y con el portavoz del Fidesz -el partido de Orbán- contagiado en una gran fiesta en verano. En la UE, Hungría es el segundo país por la cola en número de tests hechos por cada mil habitantes. Mientras tanto, la economía también sufre. El PIB húngaro cayó un 13,6% el segundo trimestre, el peor resultado entre los países de Visegrad (República Checa, Hungría, Polonia y Eslovaquia).

Represión política

Esta vez, el discurso de la pandemia como amenaza exterior -que Orbán ya usó en la primera oleada- no le ha funcionado. Las críticas a la reacción caótica y relajada del gobierno han ido subiendo de tono y la respuesta del primer ministro ha sido aumentar el desafío político interno y externo. El Parlamento húngaro ha aprobado esta semana nuevamente el estado de emergencia. Pero, como en la primera oleada, la amenaza de la pandemia ha servido para imponer un nuevo recorte de derechos. Bajo el debate del covid-19 y el peligro de colapso del sistema sanitario, Orbán ha hecho pasar una propuesta de reforma de la ley electoral que podría dificultar todavía más el acceso de la oposición al Parlamento en las elecciones de 2022. También se ha propuesto la prohibición temporal de manifestaciones, e incluso un intento de modificación constitucional para “proteger el derecho de los niños a la identidad de género con la que nacieron” y que solo las parejas heterosexuales puedan adoptar niños.

En pleno cuestionamiento interno, Orbán extrema así el pulso con Bruselas. Desaparecido Donald Trump, el líder del Fidesz pierde a un aliado ideológico importante. Explica el politólogo Ivan Krastev que el presidente de los Estados Unidos permitía a Varsovia o Budapest enviar el mensaje a Bruselas de que tenían alternativa, económica y de seguridad. En este nuevo mundo sin Trump, Orbán vuelve a intensificar los contactos con Moscú y extrema el desafío con la UE. Mantiene la amenaza de paralizar la aprobación de los fondos pospandemia si los condicionan al cumplimiento del estado de derecho y continúa aprovechando el coronavirus para cortar todavía más las alas a una oposición política que planta cara en las grandes ciudades del país.

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