La OTAN contra Chanel y Rigoberta Bandini

Rigoberta Bandini en la actuación de la final de Benidorm Fest
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BarcelonaAl mismo tiempo que el mundo se rompe entre los países de la OTAN y los países que apoyan a Rusia, los corazones de las personas se han dividido entre los seguidores de Chanel y los de Rigoberta Bandini. Lo llevamos en nuestra condición. Somos de marca BIC y, en el drama humano, lo que no es naranja es cristal. Y el resto es equidistancia, es decir, silencio. Si el silencio, sin embargo, nos lo tomamos trágicamente (más todavía), veremos que no es un lugar entre dos mundos, sino que forma parte militante de un solo bando: la oscuridad.

Mediante otra fragmentación de la humanidad (la que se da entre los partidarios de La isla del tesoro y los de El corazón de las tinieblas), se ve cómo el silencio y las tinieblas avanzan de la mano. En la novela de Joseph Conrad, tras la palabra oscuridad (y sus sinónimos), la palabra más repetida es silencio (y afines). Este libro de Conrad está cortado de pies a cabeza en un silencio penetrante. En La isla del tesoro, Robert Louis Stevenson es pura verbalidad, lo explica todo sin cesar. Stevenson explica y Conrad transmite: esta es la diferencia entre los dos relatos.

Aun así, los dos libros vienen a suplir un silencio, o quizás a descubrir lo que se esconde detrás. En La isla del tesoro es el capitán Flint, el gran silencio. Dentro de su nombre, se oye un silencio estrepitoso. Este bucanero nunca aparece, pero todo el mundo dice su nombre. Incluso, la más charlatana de las criaturas, el loro, se llama Capitán Flint. Con el personaje de Kurtz, Conrad encontrará un capitán Flint de carne y huesos. ¿Quién es Kurtz? (O Flint, da igual.) ¿Quién vive rodeado de un montón de palabras que dan la impresión de un montón de silencio? Cuando finalmente aparece Kurtz en el relato, lo primero que sale es su voz. Todo son voces. Conrad sabe que La isla del tesoro late bajo su El corazón de las tinieblas y, a manera de reconocimiento, el famoso pasaje del grumete Hawkins escuchando la conversación escondido en un barril de manzanas, lo reescribe con Marlow oyendo otra conversación al vapor. Pero Conrad se adentra en la oscuridad. Los trayectos de Marlow, de un río al otro, son caminos budistas (aunque esta es otra historia).

Hoy, la gente se piensa que vota por televisión y que esto es democracia. Pero también es silencio y oscuridad. Y lo es, así mismo, todo lo que lo rodea.

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