El paisaje después de la campaña

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No nos recuperamos de la fatiga pandémica que el alud de noticias sigue incesante. No hay clemencia. Solo peticiones de indulto, especialidad nefasta de los que se consideran una alternativa política dentro de un gobierno malo. El indulto es para los benévolos, no para los justos. La injusticia ya hace demasiado que dura como para conformarnos con ser culpables cuando los cómplices tiran la piedra y esconden la mano. Hemos votado y hemos vuelto a votar mal en sus elecciones, en las que no votaríamos nunca porque vamos obligados, y en casa somos más de votar por gusto, y más en octubre que en febrero. Votamos con el coronavirus en contra y votamos en contra de la Corona, también. El efecto Illa no acaba de hacer efecto. El tratamiento que se pretende hacer en Catalunya es tan invasivo que la paciente responde con una negativa detrás otra. Normal. Y, encima, siguiendo las normas del juego. El candidato socialista dice que “la Catalunya de siempre ha vuelto, la que nunca se marchó”, y todo el mundo se pregunta qué billete de realidad paralela se ha comprado porque es muy difícil en esta realidad que conocemos volver de algún lugar sin haber salido de casa. Pero la poesía política es como un buen chiste: siempre se nos puede escapar. Tampoco se acaba de entender eso de “pasar página” justamente ahora. Hace años que hemos pasado unas cuantas, empujadas por esta manía que tenemos algunas de leer hacia adelante y no hacia atrás. Evitamos, lo reconozco, el ejercicio nostálgico tan arraigado en las filas constitucionalistas. Del pasado aprendemos cosas, no esperamos repetirlas. Aprender es un verbo que en la vida y en política, especialmente, se tendría que utilizar más (lejos de la ramplonería hiperglucémica que se ha puesto tanto de moda en la vida en general). Y aplicar. En todos los partidos demócratas. Del resto, no espero nada. De los otros, tampoco mucho, sinceramente. En la vida hemos puesto esperanza pero cuesta mucho mantenerla.

Vuelven los helicópteros. La gente se moviliza contra la infamia. Otra oleada de represión y este mar se quedará en perpetua bandera roja. El rector de la Universitat de Lleida cree que el encierro de Pablo Hasél ha sido un fracaso y apuesta por el diálogo. ¿Cuántas apuestas llevamos y qué diálogo se ha establecido? Los Mossos son nuevamente la policía que ejecuta las órdenes. Queman contenedores y se rompen cosas. Los tertulianos se exclaman. Mientras tanto, el PP se deshace de la sede de Génova pensando que si se marchan de casa se olvidará todo. Pero las cloacas huelen mal por todas partes y el mal olor es mal olor aquí y en Dinamarca. Como el que desprende la justicia que absuelve a la expresidenta de la Comunidad de Madrid, Cristina Cifuentes, por el caso Máster pero condena a dos funcionarias. O el que desprende la Fiscalía, que el día siguiente de las elecciones corre a pedir que vuelvan a encerrar a los presos políticos, tres días después de que Rodrigo Rato saliera en libertad porque tiene más de 70 años y cuando la Delegación del gobierno español autorizó una concentración nazi en un país que tiene el gobierno más progresista de la historia. Ah, y por si faltaba el toque de gracia y a mí qué me importa, la estación de metro Atocha Renfe de la capital española se llamará Atocha - Constitución del 78, según un anuncio de Ignacio Aguado de Ciudadanos, vicepresidente de la Comunidad de Madrid con el apoyo (esta es la gracia) de la extrema derecha que está más al extremo y más a la derecha.

Se ve que la Agencia Espacial Europea busca astronautas y anima a las mujeres a presentarse. A mí que me dan miedo las alturas me parece un buen momento para viajar al espacio. Y para quedarse ahí. Ya he cogido número. Pero no nos engañemos. Ánimos no tengo muchos.

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