Durante estos últimos meses, han tenido un papel importante en la geopolítica mundial algunas personas que han estado muy presentes en hechos que hemos conocido o también sufrido. Desde hace unos años, Putin; desde hace unos meses, Trump y el multimillonario Musk; desde hace ya unos días, el papa Francisco, y, en la semana actual, el nuevo papa León XIV. Hablo de las personas porque los actuales sistemas de distribución de la información hacen que las noticias nos lleguen más a través de ellas que a través de relatos. Aprovecho la ocasión para insistir una vez más en que estamos viviendo un rotundo cambio de etapa en nuestra historia, y quiero poner de manifiesto que los cambios significarán revisar el significado de un importante número de palabras.
1. Libertad, desigualdad y regulación. Una de las palabras que marcaron el inicio de la modernidad fue el aumento de la libertad gracias al crecimiento de una serie de derechos personales, tanto de tipo económico como político, garantizados a través de los gobiernos. Durante casi todo el siglo XX vivimos un gran progreso en este aspecto gracias sobre todo a tres elementos: los nuevos sistemas democráticos, los servicios del estado del bienestar y la regulación pública de los mercados. Esto supuso una disminución de las desigualdades.
Desde hace unas décadas, con el crecimiento de lo bautizado como neoliberalismo, ejemplificado sobre todo en las recientes políticas desreguladoras llevadas a un extremo increíble por el tándem Trump-Musk, ha quedado bien claro que los crecimientos económicos no llevan al progreso social. Los aumentos del PIB coinciden por todas partes con los aumentos de la desigualdad, incrementan de forma extraordinaria y vergonzosa los patrimonios de las capas más altas y aumentan el número de personas con rentas más bajas. Se reduce así el volumen de las llamadas clases medias y crece mucho la clase más pobre.
Encontramos problemas similares en otras actividades fuera de la economía. Nuestra libertad de actuación personal ha crecido mucho a lo largo de los últimos siglos, gracias en gran medida al aumento de nuestros conocimientos y a los progresos tecnológicos derivados. Estos aumentos de capacidad nos ayudan a hacer muchas más cosas, pero también deben obligarnos a aceptar cuáles deben ser los límites. Pongo un ejemplo muy actual relacionado con la llamada libertad de expresión. El extraordinario incremento de posibilidades de difusión de la información (nuevos medios y redes sociales) así como la facilidad de generación de falsas informaciones, tanto de tipo escrito, como sonora o visual, usando la IA, obliga a aceptar una vigilancia y regulación para garantizar su rigor.
Está del todo claro que las palabras que deben ser la base de las políticas de los próximos años tiene que ser: mantener las libertades; aceptar la necesaria regulación por parte de los poderes públicos; reducir las desigualdades personales buscando la equidad, y aprovechar el acceso a las oportunidades para todos. Son estas las cinco palabras que creo que es necesario poner como objetivos tanto de la actividad personal como de las políticas de los gobiernos.
2. Convivencia y enfrentamientos. Salvo unas primeras décadas con dos serias guerras entre países europeos, con intervención norteamericana y rusa, el continente europeo ha sido durante casi un siglo un espacio de paz, cooperación, crecimiento y progreso como nunca se había visto. Esta situación está ahora en peligro, por la voluntad rusa de querer volver a tener un papel en el mundo que seguramente no le corresponde, y que intenta recuperar anexionándose países que forman parte de la UE o que quieren ingresar en ella. El problema también lo crea el intento de EE.UU. de mantener el papel que han tenido el siglo pasado y que el avance tecnológico y político chino pone en peligro. Esto ya está organizando enfrentamientos importantes, que a corto plazo suponen grandes incertidumbres y que pueden acabar siendo el origen de enfrentamientos armados que podrían afectarnos a todos.
No es extraño que todos estemos pensando que puede que necesitemos más "medidas de seguridad" para hacerle frente, pero es evidente que lo mejor sería "prevenir para evitar" que lo peor se produzca. Tenemos que ver que hay tres personas que lo están poniendo muy difícil: Putin, Trump y Musk, por ambiciones de carácter político, económico y de manipulación de la información. Podemos conseguir que cambien sus posiciones y entren en unos caminos de diálogo, negociación, y colaboración? Por último, es sorprendente y difícil de explicar el aumento del papel que ha jugado recientemente la Iglesia en asuntos de carácter social y no religioso (migraciones) durante la vida del papa Francisco. ¿Las características personales del nuevo papa León XIV pueden ayudar de algún modo a esta mejora? No parece nada fácil, pero no hay que darlo por perdido.