La partida por el audiovisual en catalán también se juega en casa

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Un atleta en una cursa de vallas

Hace muchos años que trabajamos y luchamos para poder vivir plenamente en catalán. Hemos conseguido hitos inimaginables como país, a pesar de tener delante gobiernos del Estado que nos han puesto y nos seguirán poniendo palos en las ruedas, con el único objetivo de hacer de nuestra lengua una lengua minorizada. En la década de los 80, la Corporación Catalana de Radio y Televisión hizo entrar el catalán en todos los comedores de casa. Todo el mundo tenía televisor y se hizo un trabajo excelente a la hora de producir, elegir y doblar al catalán contenidos audiovisuales que engancharían a todos los públicos a la pantalla bajo una misma lengua. De paso, el catalán se convertía en idioma de socialización, de juego, de calle, de aventura y de vida; un idioma, al fin y al cabo, de imaginario compartido y útil. Este éxito de país, sin embargo, lejos de actualizarse, se ha ido disolviendo con el paso del tiempo. Desgraciadamente, ya hace muchos años que el audiovisual en catalán es el invitado de piedra de un arrinconamiento lingüístico que afecta sobre todo a jóvenes y recién llegados, incapaces de encontrar suficiente oferta como para tomarla como referencia de uso lingüístico e inspiración creativa. Hemos perdido fuerza, y la falta de referentes que hablen catalán en la televisión, en las redes sociales y en los videojuegos está haciendo acelerar la caída del uso del catalán. Los datos son demoledores: solo un 3% del alumnado de 4º de ESO consume siempre o sobre todo contenidos audiovisuales en catalán.

Nos hace falta máxima firmeza ante el gobierno español para que la nueva ley del audiovisual sea clara y eficaz. No es ninguna nimiedad. Pero desde Catalunya también tenemos mucho trabajo por hacer: la partida por el audiovisual catalán y en catalán también se juega en casa.

La fragmentación de canales que trajo la TDT, que en una primera etapa se gestionó con bastante éxito mediante la apertura de nuevos canales como el 3/24 o el 3XL y, más tarde, la eclosión de las redes sociales y las plataformas de streaming han comportado grandes cambios en los hábitos de consumo audiovisual. El cierre de los canales infantil y juvenil en época de recortes ha descabezado el imaginario compartido y en catalán de las nuevas generaciones. El diagnóstico está claro y la receta también: hay que relanzar urgentemente la Corporación Catalana de Medios Audiovisuales. Es una herramienta potentísima, pero le hace falta una inyección notable de financiación. En 10 años, el presupuesto de la CCMA ha menguado en casi 100 millones de euros. Son necesarios más dinero y también unos objetivos actualizados.

El espectador tipo de TV3 ya no es intergeneracional: ha envejecido y no ha habido relevo. Tenemos que ser capaces de llegar a nuevos públicos. Esto conlleva volver a dibujar nuevas estrategias y apostar también por nuevos perfiles profesionales. La producción de ficción en catalán tendría que volver a ser una de las razones de ser de la Corporación: programas, series, animación y películas para todas las edades y perfiles que pongan a la industria a trabajar. No caigamos en catastrofismos: tenemos un gran potencial como país para crear contenido audiovisual de éxito. Cuando hemos tenido los medios y hemos apostado por ello, lo hemos hecho con nota. Tenemos que poder hacer más Crims, Merlí, Les de l'hoquei..., tenemos que poder invertir más en una industria clave para la cohesión social del país. No es cuestión de mirar atrás con nostalgia, pero sí como aprendizaje. La reemisión de iconos generacionales como Bola de drac o el Dr. Slump no servirán para atraer a nuevo público infantil y juvenil, pero nos hace falta mirar hacia ese éxito colectivo y apostar nuevamente por producir y comprar series y dibujos emergentes y con potencial, doblarlos al catalán y hacerlos llegar al público a través de los nuevos canales de consumo. El 3XL, que fue durante 12 años el espacio juvenil de la Televisió de Catalunya, fue uno de los grandes sacrificados de la crisis económica de la primera década de los 2000 y desde su desaparición, en 2012, nada ni nadie le ha cogido el relevo.

Tenemos delante, pues, un terreno de juego doble, y hay que actuar en paralelo. Por un lado, hacer emerger nuevo contenido atractivo y de calidad. Por el otro, actualizar la manera en la que accedemos a él. El público de hoy en día ya no es un consumidor estático en el tiempo y en el espacio. Para empezar, los contenidos tienen que estar pensados para la era multiplataforma y tienen que viajar más allá de la tradicional pantalla de televisión, que todavía es relevante pero que tiene que vivir dentro de un ecosistema digital mucho más trabajado, tanto en apps propias (que tendrían que tener la disposición visual y la tecnología de recomendación de contenidos que tienen las plataformas internacionales como Netflix y compañía) como en su presencia en YouTube y en las redes sociales actuales y futuras.

El reto es de grandes dimensiones. Es necesario un golpe de timón para revertir la situación, rejuvenecer el espectador medio de TV3 y, a la vez, hacer que el ecosistema audiovisual en catalán despierte interés entre los recién llegados. Los medios públicos son una de las herramientas más preciadas que tenemos para reactivar el uso social del catalán y sin una partida presupuestaria digna para la Corporación no será posible: hay que dotar de más presupuesto a la CCMA para empezar con urgencia una nueva era, ahora que finalmente se ha llegado a un acuerdo para renovar el consejo de gobierno. Está en nuestras manos volver a hacer del catalán la lengua común y de referencia para todo el mundo, muy especialmente para los niños, para los jóvenes y para los recién llegados. Hay que volver a priorizar la lengua que nos vertebra y cohesiona como pueblo sin diferenciar de dónde venimos ni hacia dónde vamos. No dejemos pasar más tiempo.

Firman este artículo Jordi Cuixart, Joan Granados Duran, Roger Loppacher i Crehuet, Joan Majó, Enric Marín, Miquel Puig, Núria Tió, Imma Tubella, Jordi Vilajoana i Rovira, y Vicenç Villatoro i Lamolla
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