¿Qué pasará el 14 de mayo de 2048?

Más de doscientos judíos ortodoxos van contra Netanyahu y "el genocidio en Gaza" frente al consulado israelí de Nueva York el 17 de septiembre.
23/09/2025
Escriptor i professor a la Universitat Ramon Llull
3 min

Sólo sabemos a ciencia cierta que caerá en jueves; el resto es bastante imprevisible. Me refiero a la futura conmemoración del nacimiento del Estado de Israel. La creación de este país el 14 de mayo de 1948 fue el resultado de un largo y confuso proceso marcado por el viejo proyecto sionista, por el antisemitismo europeo que llegó al paroxismo durante el Holocausto, por las migraciones judías anteriores a la Segunda Guerra Mundial, por la misma cínica geopolítica colonial del Imperio Británico y, obviamente, por la Resolución 181 de la ONU. Este documento, por cierto, explica cosas de las que a menudo se hace abstracción cuando se analiza el conflicto; un resumen exhaustivo fuera demasiado largo, pero invito al lector a consultarlo (se encuentra fácilmente en internet). El movimiento de Theodor Herzl consolidado en el Primer Congreso Sionista de 1897, esgrimía el derecho del pueblo judío a establecerse en su tierra ancestral en legítima defensa, es decir, como respuesta a unas discriminaciones y persecuciones que no eran en absoluto imaginarias y parecían ir a más. Después de la Segunda Guerra Mundial, las imágenes escalofriantes de los campos de exterminio corroboraron que el diagnóstico de Herzl, fallecido en 1904, tenía sentido: aquello no podía volver a ocurrir. Éste es, de hecho, el espíritu de fondo de la citada Resolución 181, que no preveía en modo alguno la discriminación de los palestinos sino la convivencia de las dos comunidades. Lo que aconteció después es bien conocido, por desgracia. Cada uno puede subrayar o matizar lo que considere conveniente, pero hay ciertas cosas que resulta difícil negar.

La Resolución 181 de 29 de noviembre de 1947 proponía dividir el territorio del Mandato Británico de Palestina en dos estados independientes. El 56% del territorio para el estado judío y el 43% para el árabe, si bien los árabes eran mayoría demográfica. Sin embargo, cabe decir que al territorio judío le tocaba el improductivo desierto del Négueb (13.000 km², más de la mitad del país). La Resolución preveía también una cooperación económica entre los dos futuros estados, y que Jerusalén fuese un territorio con una administración especial. Ésta es la parte explícita del documento. Su trasfondo –digamos– moral era otro: el pueblo judío había sido objeto de una devastación sin precedentes. La llamada Solución Final nazi es el ejemplo perfecto de un genocidio. Tienen razón quienes consideran que esa pesadilla apocalíptica no se puede comparar con lo que está pasando hoy en Gaza, pero también tienen razón quienes afirman que, aunque estemos ante dos situaciones históricas distintas, la política del gobierno Netanyahu se acerca más cada día que pasa a un genocidio en toda regla. Una cosa es la legítima defensa contra el terrorismo, y otra distinta una respuesta militar grotescamente desproporcionada que ha causado un número de víctimas inocentes inasumible.

¿Qué pasará, pues, el jueves 14 de mayo del 2048? ¿El Estado de Israel celebrará con normalidad el centenario de su creación? Me parecería muy improbable que así fuera. El gobierno de Netanyahu ha cruzado una línea roja –roja de sangre– que ahora mismo ya no tiene vuelta. Traspasada, el destino de Israel puede ser el de un estado paria como cualquier otro, con la complicidad de Estados Unidos o la incondicionalidad diplomática de Alemania, o sin ella. La línea roja vulnerada no se borrará. En los últimos días, países tan relevantes como Reino Unido, Canadá y Australia han reconocido de forma oficial al estado palestino. Este reconocimiento hoy va más allá de un estético quedar bien en política internacional: desacredita al Estado de Israel, lo ubica en una zona oscura de la historia que hasta ahora había desterrado. En esta zona oscura estaba la Sudáfrica del apartheid, por ejemplo.

Más allá de la Resolución 181 de la ONU, la base de la legitimidad moral del Estado de Israel ha sido la condición de víctima, en mi opinión innegable, del pueblo judío. El gobierno de Netanyahu, que no es el pueblo judío, ha desmenuzado esta legitimidad de una forma ahora mismo irreversible. ¿Cómo será Israel el jueves 14 de mayo del año 2048, si es que todavía existe tal y como lo conocemos ahora? No sé, evidentemente. Faltan veintitrés años, que son muchos, y el tiempo borra muchas cosas. Ésta, sin embargo, no es nada anecdótica. Incluso si hoy mismo hubiese un alto el fuego total, se permitiera la distribución de la ayuda humanitaria, etc., el daño ya estaría hecho. No, todo esto ya no puede borrarse. Las causas justas no caducan, pero la forma de defenderlas debe tener siempre restricciones.

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