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Felipe González con Pere Duran i Farell en una imagen de 1983.

En mi modestísima opinión, el catalán más interesante del último siglo fue Pere Duran Farell (1921-1999). Jordi Pujol y otros también son interesantes, claro, pero, para mí, menos. Duran Farell combinaba las personalidades del empresario y del filósofo, del soñador y del ingeniero, del burócrata y del agente secreto. Tengo la impresión de que conocía todos los secretos de una Cataluña y una España abundante en ellos, pero se los llevó a la tumba. 

Para quien no tenga una idea clara del personaje, fue quien introdujo en España el gas natural, fue quien impulsó una de las primeras centrales nucleares, Vandellòs, y fundó, aun en el franquismo, una Corporació Industrial Catalana. Pero todo esto es muy reductivo. Pasó décadas junto al poder, desde Francisco Franco a Jordi Pujol y Felipe González, sin quemarse.

Almorcé dos veces con Duran Farell, ambas en el antiguo restaurante barcelonés Reno y ambas junto a otras personas, en 1982 y 1983. Yo era un periodista muy joven y aún más ignorante que ahora; él era una figura mítica de la economía catalana. En uno de esos almuerzos le hice una pregunta bastante tonta. Quería saber por qué un hombre que había desempeñado papeles tan importantes en tres de los subsectores energéticos (gas, electricidad, nuclear) nunca se había acercado al petróleo. Respondió que el petróleo “mancha”. Dijo también algo sobre no acabar como Enrico Mattei.

Mattei fue el creador del sector petrolero italiano a través del Ente Nazionale Idrocarburi y compitió casi en pie de igualdad con gigantes como Aramco o Shell. Fue asesinado en 1962, cuando una bomba (o un proyectil disparado desde tierra) estalló en su avión privado mientras viajaba desde Sicilia a Milán. Los autores del atentado pudieron ser los servicios secretos franceses o la mafia: hay testimonios en ambos sentidos. 

En 1970, mientras preparaba la película El caso Mattei, el cineasta Francesco Rosi encargó al periodista Mauro de Mauro que investigara el asunto. De Mauro dijo haber encontrado documentos y grabaciones. Inmediatamente después, desapareció. Su cuerpo nunca fue hallado. Cuando fue asesinado en 1975, Pier Paolo Pasolini estaba escribiendo una obra llamada Petróleo; las partes del manuscrito en que hablaba de Mattei no fueron encontradas.

1962, el año en que acabaron con Mattei, fue tormentoso en Europa y el norte de África. Argelia, tras una larga guerra, logró la independencia. Desde antes de la independencia por allí andaba Duran Farell, amigo de los líderes de la nueva nación magrebí. Hacer negocios en Argelia, como hacía el empresario catalán, tenía su riesgo. Contaba que una vez acudió a una cita y encontró a su contacto degollado. Se enamoró para siempre del desierto argelino, al que volvía con frecuencia; dejó tan buen recuerdo como para que uno de los dos gaseoductos entre Argelia y Europa lleve su nombre, y, sobre todo, a diferencia de Mattei, se mantuvo con vida.

1973 también fue un año tormentoso en el mundo, y especialmente en España. Francisco Franco ya era un anciano enfermo. En junio, por primera vez, delegó las funciones de presidente del Gobierno en el almirante Luis Carrero Blanco. En diciembre, ETA mató a Carrero. La esposa del dictador, Carmen Polo, logró que el nuevo presidente fuera Carlos Arias, quien, como ministro del Interior en el momento del atentado, parecía haber fracasado a lo grande. Franco ya mandaba menos que su mujer y los ministros tecnócratas se hacían cada vez más influyentes.

También en 1973, el gobierno decidió apostar por el gas natural. Pero no estaba dispuesto a aceptar que la operación fuera comandada por Pere Duran Farell y su empresa, Gas Natural. En una de esas maniobras propias de la época, a la empresa de Duran le expropiaron los contratos con Argelia y la central gasista del puerto de Barcelona, que pasaron a constituir el principal patrimonio de la empresa pública Enagás. La red de distribución quedó en manos de Catalana de Gas. Pere Duran Farell, discreto como siempre, calló y siguió adelante. Poco después, a principios de 1974, la protesta de los países productores de petróleo por la guerra del Yom Kippur hizo que los precios se duplicaran.

Fue más o menos por entonces cuando el heredero del dictador, Juan Carlos de Borbón, logró, gracias a la familia real saudí, hacerse con un porcentaje de cada barril importado por España. Según Roberto Centeno, que fue responsable de los pagos en la Compañía Arrendataria del Monopolio de Petróleos, SA (CAMPSA), como heredero y luego como rey Juan Carlos se llevaba entre uno y dos dólares por barril. La llegada de un petrolero a un puerto español podía reportarle casi dos millones de dólares de la época. Con un poco de suerte, el próximo siglo conoceremos detalles de todo esto.

El petróleo, como decía Duran Farell, mancha.

Enric González es periodista
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