Plan Draghi: cómo financiarlo

El Plan Draghi para recuperar la competitividad de la UE define dos planes entrelazados y complementarios: a) una inversión en áreas concretas del 4% o 5% del PIB europeo/año, unos 800.000 M€/año, y b) un plan para financiarlo lo.

Las áreas donde invertir son claras: acelerar la innovación (digitalización) –150.000 M€/año–, reducir el coste de la energía y política de descarbonización (la energía es en la UE de 3 a 5 veces más cara que en EE.UU. ) –450.000 M€/año–, mejorar la productividad –150.000 M€/año– y reducir las dependencias de terceros por la propia seguridad en una Europa ahora en guerra –50.000 M€/año.

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Cómo financiarlo es la clave. Si se tienen los recursos, la inversión será más o menos acertada, pero se hará, y el resultado previsto se conseguirá en su totalidad o en parte. España es un buen ejemplo de ello por los 80.000 M€ recibidos de la UE en 30 años, de 1980 a 2010. La red de comunicaciones española (carreteras, ferrocarriles, puertos y aeropuertos) es un resultado tangible. Se podía haber hecho mejor, pero la realidad es que está ahí.

En principio hay dos formas de financiarlo. La primera, que los Estados miembros se endeuden con una deuda común y compartida y, por tanto, que los fondos sean mayoritariamente públicos.

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Alternativamente, se estimulen los mercados para hacer más atractiva la inversión para el capital privado con una liberalización y desregulación que la promueva.

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La primera sería la solución socialdemócrata y la segunda la liberal. La solución que se acabe implementando será, en su caso, una combinación de ambas. La magnitud de la inversión y la falta de precedentes hace que muchos expertos lo encuentren difícilmente viable. Si no se hace, Europa iría hacia la decadencia, no sólo a largo plazo, sino a medio y corto. Los europeos necesitamos percibir los efectos de la inacción por reaccionar. Nuestra vida es cómoda porque la sanidad, la enseñanza y la jubilación los tenemos garantizados y la mano de obra no especializada es barata por la inmigración. Esto nos hace perezosos para actuar.

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La inversión que se propone no es descabellada. En la UE la inversión privada es de un 13% de su PIB/año y en EE.UU. un 14,5%. En cuanto a la inversión pública, es del 3,2% del PIB/año en la UE y del 3,6% en EE.UU. Sobre una inversión total, privada más pública, del 16% o 18%/año, pedir un 4% o 5% más, durante unos años, para hacer crecer la competitividad, no es imposible ni por el volumen ni por la duración del esfuerzo (menos de una década). La dificultad no viene por la dimensión del reto, sino por la desestructuración de Europa. Esfuerzos comunes de esta importancia no tienen precedente y siempre es más difícil empezar que continuar.

La cuestión es saber si los recursos movilizados van a producir los efectos esperados. La modelización de la inversión realizada por el FMI (Fondo Monetario Internacional) conduce a cuatro conclusiones: a) El incremento de inversión producirá una inflación temporal y moderada a corto plazo que desaparecerá a largo. b) Aunque la integración de los mercados de capitales se promueva con estas y otras medidas similares, se necesitaría una reducción del coste de capital para asegurar el interés de los inversores. c) Para estimular la inversión privada son necesarias medidas fiscales ahora no previstas, que supondrán un gasto público que incrementará el déficit hasta que las inversiones surtan efecto en la economía. Sin embargo, en la UE estas inversiones son imprescindibles. Una de las razones de la falta de inversión de los fondos privados en Europa comparado con EE.UU. es que la rentabilidad de las inversiones es más baja, ligada a que el mercado es más estrecho. d) El incremento de la productividad –que será lenta– unida a la inversión privada, que reducirá el peso de la pública, no será determinante. Un 2% de incremento de productividad en 10 años cubrirá 1/3 de la inversión cuyo efecto sólo será sensible a largo plazo.

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Éste es el problema del Plan Draghi: los efectos no serán inmediatos. Es necesaria confianza en el plan, y hoy los ciudadanos europeos tienen poca en sus gobiernos y en la UE.

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Sólo en los últimos tres años, la UE ha centralizado el nivel de información del mercado de capitales de los 27 estados miembros, precios, rentabilidades, tiempo y volúmenes, lo que facilita la inversión y la hace más transparente para los inversores. En EE.UU. esta información está disponible desde hace más de 30 años. Las medidas similares que se implementarán para bonos y stocks facilitarán la canalización de los fondos privados, que complementarán los fondos públicos que los Estados miembros deseen compartir con deuda emitida a nivel de la UE.

La cuestión clave es saber si existen fondos suficientes para financiar el plan. La respuesta es positiva. Mirado desde la perspectiva de los activos de los bancos europeos, la proporción de éstos respecto al PIB de la UE es del 350%, cuando para EE.UU. es del 100% de su PIB. Mirado desde el ahorro, las familias en la UE tienen 1.390.000 M€ y en EE.UU. 840.000 M$. Considerado el apalancamiento de las inversiones, de 1 a 3 de capital a deuda, este capital es suficiente.

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El problema no es, pues, la falta de fondos, es su movilización para programas de inversión que, aunque sea bajo, tienen siempre riesgo. En EEUU, con un mercado de capitales único, esta movilización es más fácil que en la UE, donde existe un mercado de capitales particionado entre los estados miembros. El camino que debemos seguir los europeos está claro si no queremos perder el tren de la competitividad… que llevamos 20 años perdiendo: convertir a la UE en una federación de estados.