La política y los efectos no deseados

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Pedro Sánchez en la Moncloa el 27 de febrero.

1. Sánchez. Un territorio poco explorado de la política es el de los efectos no deseados de las actuaciones de las estrategias de los partidos, errores que permiten al adversario resolver problemas que no se habían afrontado debidamente. Hoy glosaré un par de ejemplos. Permítanme que anuncie con contundencia el primero: Sánchez está logrando frenar a Vox en beneficio del PP. Las encuestas posteriores a las elecciones generales van afianzando una tendencia de pérdida de peso de la extrema derecha y de una cierta subida del PP. El resentimiento incontrolado que Feijóo exhibió en campaña, el giro reaccionario de sus políticas –plasmado en las alianzas autonómicas y municipales, donde la extrema derecha ha llegado a obtener compensaciones esperpénticas–, dejaron al PP con un palmo de narices. Pese a llegar primero a las generales, se quedó sin aliados –entre ellos los socios tradicionales del nacionalismo periférico conservador, PNV y Junts– y, por tanto, con la frustración de no capitalizar la victoria.

Desde entonces, una lectura se ha ido imponiendo: Vox y PP, solos contra todos, lo tienen difícil para gobernar. La resiliencia de Pedro Sánchez de repente ha empezado a cambiar el escenario. El PP parecía adaptado a la dinámica de autoritarismo posdemocrático que va haciendo mella en Europa, Feijóo cada vez más en brazos de la extrema derecha. Y la realidad es que la dinámica no cambiaba. De modo que paradójicamente ha sido la resistencia de Sánchez y no la virtud de Feijóo lo que ha puesto a Vox en su sitio. Una parte de votantes de la derecha que habían optado por la radicalización parecen decididos a votar al PP, confiando en que, con Vox debilitado, los socios tradicionales pierdan el miedo y la derecha pueda volver al poder.

De hecho, el tópico de que la democracia se decide en el centro solo significa esto: que en los bipartidismos imperfectos es donde se juegan los gobiernos. El intento del PP de realizar una alianza ganadora con la extrema derecha ha fracasado. El recuerdo de la dictadura está aún lo suficientemente cerca como para que no haya derivas como la italiana o como la que se está perfilando en Francia. Y parte del electorado conservador ha entendido que, mientras Vox sea fuerte, difícilmente gobernará la derecha. Con Sánchez sobre tierras cada vez más movedizas y chocando, una vez más, con las miserias de los partidos de izquierdas que lo acompañan, parece que la derecha económica y social ha entendido que la salvación no está en la extrema derecha. Y que todo el esfuerzo que haga el PP para engrosarla va en su contra. No solo porque le resta votos, sino porque reduce su perímetro político. Las derechas vasca y catalana no quieren saber nada. Electores de la extrema derecha volviendo hacia el PP: un efecto no deseado del sanchismo que le complica la vida.

2. Puigdemont. También en Catalunya el independentismo se encuentra en esta dinámica –a menudo contradictoria– de los efectos no deseados. En este caso, el que está avanzando ya desde las últimas elecciones es la caída del mito de que el independentismo es hegemónico. Los datos nunca lo han avalado, pero desde la ruptura de la alianza de gobierno entre Esquerra y Junts cada vez es más evidente. Hasta el momento actual, en el que el alejamiento no tiene solución, al menos a medio plazo.

Aquí, el efecto diferencial está claro. El carácter extraordinariamente compuesto de Junts, una amalgama de egos y de grupos que no tienen otra cosa en común que la fantasía de la independencia, ha encontrado una única manera de no empezar ya su inevitable dispersión: agarrarse a la mitificación del president Puigdemont, icono encarnado del Procés atrapado en el callejón sin salida que él contribuyó a construir. Una forma defensiva, expresión de una impotencia real que elude la evidencia de un recorrido limitado. Una forma infantil de pretender alargar una etapa que ya ha terminado. Y que tiene un efecto electoral no deseado por la mayoría del independentismo, que es la previsible consolidación del PSC como primer partido catalán.

¿Cómo leer los efectos no deseados de estos errores? ¿Como astucias de la razón para salir de los callejones sin salida? ¿Como consecuencias de la incapacidad de algunos para leer el estado de espíritu del país que hace que las cosas salgan por caminos imprevistos? ¿O simplemente como fruto de la ceguera provocada por la eterna confusión entre ideología y realidad?

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