Una potencia gastronómica

Me pongo, una y otra vez, estas palabras del presidente de la Academia Catalana de Gastronomía y Nutrición, Carles Vilarrubí, que pronunció este miércoles en la fiesta de los Premios Nacionales de Gastronomía. Decía (copiado al vuelo): "La gastronomía no debe ser sólo para los turistas. Debe ser también para la gente que vive aquí. Para toda la ciudadanía. Cuando viajamos, queremos comer cómo come la gente del lugar. Los monumentos son muy importantes, pero a menudo no nos cuentan dónde estamos cómo lo hace la cocina. Desde fuera nos dicen que somos una potencia gas. tener un sistema de prestigio para quienes nos visitan y otro para nosotros".

Me parece muy sabio por parte de esta bienaventurada academia hacer esta lectura entre líneas, una lectura atenta y alerta, de nuestra celebradísima cocina. Damos prestigio a la cocina que nos hace internacionales pero también a la cocina que nos hace nacionales. Experimentamos, pero también recordemos. No cobramos un precio injusto, por debajo del mercado, pero tampoco un precio abusivo por encima. No comemos todos los días arroz de marisco, pero comemos algún día arroz de marisco. No digamos que el vino duele, digamos que todo, en exceso, duele. No digamos que las croquetas engordan, digamos que muchas croquetas engordan. No digamos que la ensalada es aburrida. Digamos que la ensalada mal hecha y de bolsa es aburrida.

Los políticos, periodistas, cocineros, jefes de sala, camareros, gente de teatro, gente del vino y de la alimentación y mecenas que ayer estaban en el Mont Sant Benet me pareció que destacaban por una cuestión. Una cuestión que se respiraba en el ambiente, en las conversaciones y copas de vino (DO Pla de Bages) compartidas, o las promesas de futuros almuerzos. La gente de la gastronomía es gente muy alegre. Están contentos, se nota que saben que están al lado bueno de la orilla del río.