La encuesta del instituto demoscópico de Belén Barreiro para El País, de principios de esta semana, confirmaba los peores presagios de encuestas anteriores. Si se celebran elecciones ahora, es probable que VOX y el PP tuvieran diputados suficientes para repartirse el consejo de ministros. Los números eran clarísimos. Sin embargo, en El País apostaron por un curioso enmarcamiento comunicativo de los datos de la encuesta. Para los intérpretes del periódico que dirige Pepa Bueno, lo importante era que Feijóo frenaba el avance de VOX: “El PP de Feijóo frena el auge de VOX y alcanza al PSOE” titulaban en portada. En las páginas interiores destacaban la fortaleza de los liderazgos de Pedro Sánchez y Yolanda Díaz. Sin duda es algo bueno tanto para el PSOE como para UP (o como quiera que se acabe llamando la coalición de partidos que apoye a Yolanda Díaz) contar con candidatos fuertes y bien valorados, pero, si eso no evita que PP y VOX formen gobiernos, esos liderazgos podrían consumirse antes de tiempo. Es evidente que Sánchez no seguiría en el Congreso como diputado de oposición tras haber sido presidente (y no parece fácil imaginar, viendo las ministras y los barones disponibles, quien podría suceder a Sánchez en el liderazgo del PSOE) y es también evidente que Yolanda Díaz, sin ser vicepresidenta y ministra de Trabajo, tendría más dificultades actuando como jefa de bancada de una multicoalición de partidos de izquierdas (Más País, IU, Podemos, Compromís, En Comú, Galicia en común, Equo, Alianza verde, andalucistas de izquierdas, etc. etc.) e independientes.
Pero más allá de los números de las encuestas y del futuro que señalan a los liderazgos políticos de las izquierdas estatales, llama la atención que no sea muy frecuente que en los medios se expliquen las implicaciones de esa potencial victoria del bloque de la derecha.
Antes de hacerlo permítanme hacer unas consideraciones a propósito del momento en el que se producirán las elecciones generales. El espionaje con Pegasus está mostrando al desnudo la verdad del Estado profundo, la dimensión del movimiento reaccionario que le alienta y la escasa calidad de la democracia española, pero no parece que genere ningún incentivo para adelantar las elecciones ni al PSOE ni a los partidos que hacen posible el gobierno y la legislatura. Todo es imprevisible en estos tiempos, pero, con las encuestas que hay hoy, dudo que haya elecciones antes de 2023. Sánchez y Díaz, por su parte, insisten en que quieren agotar la legislatura, pero es muy dudoso que quieran ir a unas elecciones generales que vendrían después de unas municipales y autonómicas que no pintan bien para ninguno de los dos. Si las tendencias demoscópicas se confirman, el PP y VOX gobernarán cada vez más ayuntamientos y comunidades autónomas. No les conviene por ello a Sánchez y a Díaz ir a unas generales después de las elecciones del 28 de mayo del 23, que podrían confirmar lo que las encuestas dicen que puede pasar en Andalucía. De allí podría salir, nada menos que un gobierno con Marcarena Olona como vicepresidenta y no parece que el PSOE cuente con un candidato que pueda hacer algo más que ofrecer al PP gobernar en solitario sin VOX con su apoyo (y ya les digo yo lo que va a contestar el PP a la enésima oferta de cordón sanitario). Respecto a la primera experiencia del Frente Amplio de Yolanda Díaz, necesitará de mucha Yolanda Díaz en la campaña para elevar las expectativas electorales de las encuestas y es difícil que eso baste para sumar con el PSOE. Por mucho que Sánchez y Díaz se impliquen en la campaña andaluza parece complicado que lo que los gurús de la comunicación política del presidente ven como tándem virtuoso, transfiera su sex appeal a los candidatos andaluces. Y ya se sabe que, en cuanto los jefes de gabinete y de comunicación olfatean las malas noticias, sacan a sus líderes de escena.
El gobierno de coalición PP-VOX es hoy la apuesta inequívoca de la derecha mediática y ese apoyo se va a notar en Andalucía y en todos los procesos electorales que vengan. Las derechas judicial y policial se seguirán envalentonando y los servicios de inteligencia del ya muy dañado Estado de Derecho seguirán riéndose en la cara de los representantes democráticos. El plan político del gobierno PP-VOX está escrito y nos lo ha contado VOX en el Congreso: ilegalización de los partidos independentistas y de Podemos, asalto a las competencias autonómicas y, como decían los Eskorbuto, mucha policía. Si alguien duda de que habrá persecución judicial a los ministros de los gobiernos de Sánchez es que no sabe nada de política latinoamericana. Y España se está latinoamericanizando y no precisamente por Podemos.
En este contexto, que se reconozca públicamente que el CNI espía a los independentistas (a veces con autorización y otras sin ella) y que se libre una guerra en los medios entre Pedro Sánchez y Margarita Robles para echarse la responsabilidad del espionaje encima solo hace crecer el ambiente de un asalto cada vez más cercano de los bárbaros (y estos son peores que los de Kavafis). “¡Más les tenían que espiar!” se llegó a oír en el Congreso en boca de quien puede estar en el próximo gobierno andaluz al tiempo que la derecha mediática proclama: ¡Resiste, Margarita!
¿Todo ocurrirá de esta forma tan pesimista que expreso aquí? No tendría por qué. Pero, para frenar el avance del bloque político de la derecha y la ultraderecha, hace falta que el PSOE deje de soñar con la vuelta del bipartidismo y los consensos del sistema del 78 y que las fuerzas plurinacionales a su izquierda concierten una estrategia de Estado, de movilización y de ofensiva cultural.