Los analistas de Madrid se preguntan si las elecciones del domingo servirán para “pasar página”. Más que una pregunta es un deseo, que incluye la victoria para Salvador Illa como depositante del voto útil constitucionalista y, puesto que no hay más remedio que resignarse a que Carles Puigdemont será amnistiado, sobre todo que no vuelva a la presidencia y que al menos así deba irse de la política, tal y como él mismo anunció que haría. O sea que, si fuera necesario concretar el objetivo del concepto pasar página, sería que Puigdemont, de nuevo, no.
Pero la idea de pasar página tiene una pega de origen, y es que parte de la base de que todos los electores están leyendo el mismo libro. Nada más lejos de la realidad. El Proceso puede haber producido un gran número de desengañados, aburridos, cansados y desafectos, pero cientos de miles de electores catalanes no pasarán la hoja vital (y mañana sabremos si electoral) hasta que no vuelvan los exiliados. Son votantes que han vivido como motivo de íntima alegría cada fracaso de la justicia española en Europa en su intento de extraditar y encarcelar al presidente en el exilio. Que ahora Puigdemont suene más o menos unilateralista les da igual, lo que cuenta es que ha resistido con dignidad. En estas condiciones, no se puede dar un capítulo por terminado cuando sus protagonistas aún no han terminado el viaje de regreso.
Con muchas de las encuestas de estos días en la mano, la presidencia de Isla es bien posible, pero incluso en el supuesto de que acabara convirtiéndose en realidad, la idea de que en Catalunya volverá dócilmente al redil no se aguanta, todavía que sea porque en la historia de los países todas las experiencias se acumulan y la inquietud independentista ya no se irá. En el ambiente se respira que comienza una nueva etapa, sí, pero está por ver en qué dirección y con qué liderazgos. Y lo mejor es que buena parte de la decisión nos corresponde a nosotros tomarla mañana.