Después de mucho tiempo de silencio, Jordi Pujol recupera la palabra. Pasado el envite independentista, consideró que era hora de decir su opinión. Primero, insinuó que fue un gran error disolver Convergencia, y el jueves dio un paso más: “Ahora se puede decir que no seremos independientes, porque se ha visto en el último tiempo que lo de la independencia es muy difícil”. En medio del ruido de los momentos álgidos del Proceso, sabía que el mensaje no podría entenderse. Ahora, en la perplejidad de la resaca, es un momento oportuno para recordar un principio elemental de la política: siempre que se va más allá de las propias fuerzas acaba mal. Es la diferencia entre la buena y la mala política. Entre captar los momentos de oportunidad para avanzar y apostar por una fantasía hasta quedar atrapado en la frustración. Pujol salió del poder con su imagen muy tocada, ha hecho una larga travesía por el desierto y se siente liberado de decir lo que sabe que muchos de los suyos todavía no son capaces de decir. Señaló una vía. En la desorientación de Junts –en manifiesto desdibujo–, ¿alguien aprovechará para entrar?
Anteayer vi una foto chocante. Pedro Sánchez y Felipe González abrazándose. La publicaba El País. Era en el congreso del PSOE del 2021, el momento apoteósico en el que Sánchez se consagraba como líder de un partido que dejaba el pasado atrás. Ambos iban con mascarilla, no sé si era un atenuante. Han pasado sólo tres años. Y hoy Pedro Sánchez es el enemigo número uno de Felipe González. Él y los fieles del felipismo reniegan del PSOE actual a través de todos los medios a su alcance. Con el diario The Objective como buque de guerra en el que distinguidas figuras de la antigua izquierda disparan contra el presidente alineándose con los postulados ideólogos de Vox y del PP. Le acusan de todos los males, de entregar a España a sus enemigos, a los separatistas ya las izquierdas radicales, de ser un golpista, de hundir la economía, de destruir las instituciones y la democracia, y se ponen a remolque de activismo de la derecha buscando desesperadamente pruebas de corrupción, delincuencia y traición para enviarlo escaleras abajo. Este fin de semana vuelve a haber congreso socialista. Un Sánchez desgastado por el paso del poder podrá evaluar su autoridad ante la tempestad de acusaciones de ese frente amplio que va del felipismo a Vox, pasando por Feijóo.
Dos referentes de la historia reciente: el president Pujol se deja ver rompiendo por un momento su silencio de reparación en tono de paz; y el presidente González gira su resentimiento contra quien ahora ocupa su puesto. Dos personalidades, dos tiempos, dos países.