En una gala en la que las presentadoras Regina Hall, Amy Schumer y Wanda Sykes lo estaban dando todo para hacerlo divertido y la organización forzó con buen rollo la diversidad para aparentar que son una industria mejor de lo que realmente son, Will Smith fue el gran aguafiestas de la noche.
Si se recupera el instante en el que el cómico Chris Rock hace la broma a Jada Pinkett Smith diciendo que ella podría protagonizar la segunda parte de la película GI Jane, se aprecia que el mismo Will Smith ríe con el chiste mientras que a su mujer no le hace ninguna gracia. Y es cuando entiende que ella se ha ofendido que decide vengarla públicamente. Con el manotazo el público rio, quizás porque se piensan que la escena de violencia forma parte del guion. El sonido del golpe, sin embargo, no parece ficción. A pesar de los problemas de sonido que tuvo la gala, la bofetada se sintió perfectamente. Son los gritos posteriores del actor los que delatan que aquello es un ataque de furia imprevisto. A pesar de todo, Chris Rock es capaz de retomar el texto sin trabarse.
Después de la escena lamentable, el realizador mostró un par de veces a Will Smith siguiendo la gala. El actor después fingía reír exageradamente otros chistes, como si todo fuera bien y no hubiera pasado nada. Cuando anuncian su nombre entre los nominados a mejor actor protagonista, se oyen silbatos y aplausos de fondo. Parecen más de apoyo que de condena. Y cuando sale a recoger su óscar, empieza el melodrama propio de los coléricos después de explotar y sobrepasarse. Primero suelta el discurso donde se erige como un tipo de escogido por Dios que soporta la dura carga de proteger la familia y un montón de mujeres más. Después atribuye al amor la reacción violenta. Y a la vez llora compungido para recibir el perdón. De manual. Lo más sorprendente es la reacción de sus colegas y la audiencia en la sala. Buena parte del público se pone de pie para aplaudirlo. Incluso se ve cómo algunos se levantan segundos más tarde por imitación, para no quedar mal, y aplauden con timidez.
En el gran día de la celebración de Hollywood, en esta pretensa fiesta de la inclusión y la diversidad, en pocos minutos el mundo fue testigo de la rapidez con la que la industria del cine puede blanquear la violencia y borrarla. Es lo que tiene el poder y el estatus. Y Will Smith tiene mucho de ambos. Seguramente, si hubiera sido Chris Rock quien hubiera pegado una bofetada al otro, no habría recibido el mismo apoyo. Qué rápido que se cancela a algunos y qué deprisa que se perdona a otros. Hace unos meses, cuando Oprah Winfrey entrevistaba a Will Smith por su libro de memorias (el programa lo podéis recuperar en AppleTV+), el actor explicaba cómo su padre, a pesar de haber maltratado físicamente a su madre durante años, era su héroe y alababa la educación recibida. De todo se aprende. De la bofetada se hablará mucho. De la reacción de apoyo de buena parte de la audiencia del Dolby Theatre quizás no tanto. Pero la televisión nos ha permitido comprobar cómo el poder de la purpurina de Hollywood continúa íntegro a la hora de disimular los abusos y la violencia.