Reconocimiento
¿Se reconocería el monstruo del dr. Frankenstein frente a un espejo? ¿Cómo reaccionaría? En la novela, Mary Shelley no nos dio la oportunidad de saber cuál sería la reacción cuando descubriera su apariencia, pero el mundo del cine lo ha hecho reaccionar con shock, tristeza o ira. Es más o menos lo que le ocurre a una parte de España, que no se gusta cuando ve en el espejo un Estado patchwork. Un Estado plurinacional, con lenguas e identidades diversas que a algunos les molestan por el hecho de existir. La realidad es que la ficción de un país homogéneo no se sostiene 45 años después de la Constitución, y el resultado de las urnas y el Procés lo han dejado claro. No habrá gobierno español sin sumar a los diferentes. Tampoco sumándolos habrá un gobierno estable, pero sin resolver la cuestión territorial será imposible que Madrid salga del bloqueo en el que está hoy. La mayoría de la moción de censura solo comparte una idea, y es que cuando España se mira no ve a la familia Trapp, sino a Frankenstein.
CONSTITUCIÓN
El marco constitucional está exhausto, pero es otra de las realidades que todavía hoy se niegan. El referéndum para la ratificación de la Constitución española de 1978 se celebró el miércoles 6 de diciembre de 1978 y fue aprobado por el 88% de los votantes, que representaban el 59% del censo electoral. En Catalunya, la adopción del texto constitucional fue muy mayoritaria, con el 90% de los votantes a favor, una mayoría que representaba al 61% del total del censo. ¿Pero hoy cuál sería el apoyo al texto constitucional?
¿Quién, si no la derecha judicial y política, ha subvertido el espíritu integrador de los padres de la Constitución? La última vez que el CEO lo preguntó, en el 2019, el 72 por ciento de los catalanes y el 40,5 por ciento de los españoles estaban a favor de una reforma. Pero adaptar la Constitución a un estado federal requeriría más realismo y valentía del que la política española es capaz de tener hoy.
Consciente de la imposibilidad de reforma constitucional por la vía establecida en el Congreso y desafiado electoralmente por la pujanza de Bildu, el lendakari Urkullu ha hecho una propuesta de convención para reactivar el autogobierno de las nacionalidades históricas. Una pista de aterrizaje al PSOE para hablar dentro del marco constitucional. Urkullu ofrece una vía política negociada para no quedar fuera de juego "ni contagiarse del caso catalán", como dice una excelente observadora del PNV.
La involución de la interpretación de la Constitución que comenzó con la Loapa y el golpe de estado del 81 ha ido avanzando con los años para llegar al máximo con el PP de Aznar con la aquiescencia del PSOE felipista. La reacción ha sido vigilada desde el núcleo del Estado formado por jueces, abogados del estado y cuerpos policiales. Un tuétano del nacionalismo español que está dispuesto a sabotear la política y lo que haga falta para asfixiar a España en nombre de la preservación de la unidad y de la protección de sus intereses.
A Pedro Sánchez no se le puede negar que su instinto de supervivencia va acompañado de cierta valentía. De la misma forma que aprobó los indultos, puede sacar adelante una amnistía, con el nombre que sea, que ponga el contador a cero. Una amnistía compleja pero que permitiría culminar el traspaso del problema nuclear de la política española de los tribunales a la política. Abrir un escenario político serio con todos los actores.
EL ÉXITO DE PUIGDEMONT
Cualquier negociación pasa primero por el reconocimiento. Por el reconocimiento mutuo. Por la aceptación de la legitimidad de las ideas y del liderazgo de un espacio electoral que representa a una parte de votantes. Es el primer paso y, de momento, el mayor éxito de los últimos años de Carles Puigdemont. Si el PSOE quiere los votos de Junts, deberá reconocer la legitimidad del ex president como líder indiscutido de su espacio político. La votación de la mesa del Congreso termina en sí misma, y cualquier otro paso está por negociar. Se llegue o no a un acuerdo, Puigdemont ya habrá ganado teniendo el foco político y mediático sobre él y habiendo sido reconocido por el PSOE como actor indispensable para la formación de gobierno en España. Mientras, Junts está transitando hacia el camino del diálogo y cancelando la capacidad de influencia de los maximalistas a los que hasta hace poco alimentaban. Para los puristas, los traidores ya son todos menos ellos mismos.
¿Y ERC? Pues los republicanos parecen descolocados sin acabar de capitalizar el haber sido los primeros en ver cuál era el terreno de juego real y los instrumentos viables de la política post-2017.
El curso se presenta interesante. Nada está cerrado, pero los movimientos están ahí. Se abre un nuevo escenario y ni Sánchez ni Puigdemont tienen personalidades a las que no les gusten los retos aparentemente imposibles.