Reculada histórica del catalán en las aulas

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el catalán en la escuela

La situación del catalán en los centros educativos es alarmante. Según los datos hechos públicos ayer por el Govern a partir de una encuesta a chicos y chicas de 4º de ESO, el retroceso del uso del idioma es histórica, tanto entre los docentes cuando se dirigen al grupo de alumnos como entre los mismos estudiantes cuando tienen que hacer trabajos de grupo. En quince años se ha retrocedido mucho. La realidad es que, en la práctica, el catalán ha dejado de ser la lengua más usada en las aulas en beneficio del castellano, que igual que pasa en la sociedad catalana, también se está imponiendo en los centros educativos. Hasta ahora habíamos creído, o habíamos querido creer, que la inmersión lingüística blindaba el idioma en la docencia en escuelas e institutos, y que en todo caso el problema estaba en los patios y los pasillos, y por supuesto en la calle, donde el uso del catalán entre los jóvenes había ido cayendo debido a los cambios demográficos y sociológicos de las dos últimas décadas. Ahora sabemos que esto era un autoengaño o que, en todo caso, no respondía a la realidad. Y también sabemos que toda la demagogia contra la inmersión equiparándola a adoctrinamiento ideológico era sencillamente esto, demagogia. La guerra de lenguas que se ha perseguido desde la derecha españolista no ha cuajado, pero ha sido una constante fuerza distorsionadora que ha minado el consenso surgido en la Transición para ayudar desde la escuela a normalizar el uso del catalán y que ha conseguido hacer mella a través de la judicialización.

El hecho es que, cuatro décadas después, el catalán sigue siendo la lengua minorizada en Catalunya en muchos ámbitos clave de la vida cotidiana, desde el ocio audiovisual hasta la justicia, pasando por el mundo laboral. Y ahora sabemos, además, que el supuesto reducto educativo donde en apariencia tenía una preeminencia ya no es tal. O, cuanto menos, empieza a presentar serias grietas, tanto sociales como legales. Seguramente, vista la diversidad territorial y sociolingüística del país, la variedad de situaciones entre centros y áreas geográficas es importante, pero en todo caso la media es la que es y resulta muy preocupante.

Ante esta situación, hay que decir básicamente dos cosas. En primer lugar, es bueno que se reconozca abiertamente el problema desde el Govern. Durante demasiados años se ha querido mirar hacia otro lado o ha habido directamente dejadez. Y en segundo lugar, la solución vendrá de la implicación tanto de los maestros como de toda la comunidad escolar (padres, administración, monitores de ocio...). Pero el problema va más allá y afecta a toda la sociedad: al fin y al cabo, lo que está pasando en los centros educativos es un reflejo de lo que pasa también fuera, en las casas, en los medios de comunicación, en el comercio, por todas partes. Por lo tanto, sin una implicación más general difícilmente se remontará la situación en las aulas. En este sentido, resulta insoslayable la creación de nuevo de un amplio consenso político y ciudadano a favor del uso social del catalán. Si no es así, el retroceso puede volverse imparable. Y para hacer posible este consenso, hay que hacer entender y dejar claro de una vez por todas que el catalán es una riqueza cultural abierta a todo el mundo que quiera hacerla suya y que no va en contra del castellano, idioma que también forma parte de esta sociedad y ni está ni nunca ha estado en peligro en Catalunya.

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