

Ahora que ya ha pasado un poco de moda el debate sobre si se debe dejar la red X porque Elon Musk es Elon Musk y la red es un avispero de botes y depravados, todavía no he encontrado una respuesta y sólo me he dicho "ve a dónde te lleve el corazón", que es también el título de una novela de la italiana Susanna Tamaro hacia su limpia. Pese al título ramplón, nos gustó. No he vuelto por si acaso. Pero huyo de estudio. Aunque no es por azar que hablo de los años 90. El tema es que después de leer artículos y escuchar argumentos de personas que respeto, ya pesar de todo o lo poco raciocinio del que soy capaz, he llegado a la conclusión de que lo único que ha pasado es que las redes se han desenmascarado del todo y que da igual si las dirige un filón y un filo bastante cierto, asegurar que no tenemos escapatoria. Tejidas por arañas poderosas, pero sobre todo soberbias y vulgares, buscamos argumentos para quedarnos o para irse de estas redes porque ya no son lo que eran. Pero las redes sociales son lo que eran y, si se quiere, algo peor. Un estudio de la Universidad de California ha concluido que los discursos de odio en X han aumentado un 50% desde que Elon Musk es su propietario. Y añado que Elon Musk, aparte de levantar el brazo, expone a uno de sus hijos pequeños en todo el mundo y, además, a la criatura le ha puesto nombre de robot, X Æ A-Xii. ¿Qué hace la protección de menores? Mujeres? En fin, volvemos a las redes, porque ahora que sabemos todo el daño que hacen, también debemos reconocerles su capacidad para que denuncias de injusticias se hagan virales y haya cambiado algo en el mundo, por pequeña que sea. Se ha ampliado el abanico de voces y lenguas. Y sí, el odio ha agujereado. Siempre hace agujero, el desgraciado. Como las adiciones. Y hablamos de ello porque cuesta dejarlas.
Los responsables de las tecnológicas son individuos de principios dudosos, entre machistas y machistas, y defensores de la ideología del bolsillo propio, como tantas otras personas que no son responsables de nada. Si tuviéramos que hacer o deshacer en función de cuál es la ética de una u otra empresa disminuiría mucho el consumo, el dinero volvería a las baldosas y los móviles serían cosa de cuatro. ¿Tiene sentido irse de X y quedarse en Instagram, cuyo señor tiene problemas con los pezones de las mujeres y que se adapta a los cambios políticos mientras no le hagan cambiar de camiseta? ¿Tiene sentido seguirnos y no hablarnos?
Cuando la IA entre en pleno funcionamiento, las personas volveremos a ser sólo personas, y el debate sobre las redes será antiguo y ridículo. Es lo que tiene avanzar tan rápido. Cuando una apisonadora te está aplastando todos los recuerdos analógicos, viene otra que ya te aplasta a los digitales. Como las redes, nosotros también nos hacemos mayores. En los años 90 íbamos a donde nos llevaba el corazón, o el alcohol o las drogas, pero no un vídeo viral. El ritmo analógico era mucho más lento que el digital. Esperar el revelado de fotografías. Buscar el destino en un mapa de papel. Los insultos sólo se recibían por la calle. Estamos en el primer tercio del siglo XXI. Elegimos dar explicaciones y no es necesario. Al igual que, a veces, cuando te han pillado con un discurso detestable, es mucho peor justificarte que haber opinado según qué. Es curioso cómo en una era tan aparentemente avanzada hacer el ridículo todavía gane en reconocer los errores. Esto podría ser un tuit. Pero todavía no sé si irse o quedarme.