Una reivindicación histórica de los autónomos

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La pandemia deja sin negocio 4.500 autónomos catalanes

Ajustar las cuotas de los autónomos a la Seguridad Social a los ingresos reales es una reivindicación histórica de un colectivo que tradicionalmente se ha sentido maltratado respecto a los trabajadores por cuenta ajena, mucho más protegidos por la legislación laboral. Finalmente, el gobierno español ha hecho pública la propuesta que ha enviado a los agentes sociales para empezar a negociar una reforma que tendría que entrar en vigor en 2023 y que se aplicaría de manera gradual hasta 2031. La idea es que la cuota mínima, que ahora está situada en 289 euros, sea de 200 para los autónomos que ingresen menos de 3.000 euros anuales, mientras que para los que ingresen más de 49.000 euros sería de 400. A lo largo de los siguientes ocho años estos 200 se bajarían hasta los 90 y los 400 del tramo más elevado se subirían hasta los 1.220 euros mensuales. Entremedias habría toda una escala de cuotas en función de sus ingresos.

La propuesta es un primer documento para abrir la negociación y es previsible que sufra modificaciones. De entrada, sin embargo, es positivo que haya un esfuerzo por adecuar las cuotas a los ingresos, con una carga fiscal más parecida a la que soportan el resto de trabajadores, pero a buen seguro que se podría afinar más en los tramos y en la longitud del periodo de transición. Hacer un plan a 10 años vista, cuando se trata de una necesidad perentoria, quizás es excesivo. A buen seguro que con cinco años habría bastante para hacer el cambio y avanzar hacia el objetivo final.

Hay que tener en cuenta que la falta de proporción entre ingresos y cuota es uno de los factores que incentivan la economía sumergida, y, por lo tanto, cuanto antes la economía se adapte a la realidad, mejor. Después, hay que ser conscientes que los autónomos han sido uno de los sectores más castigados por la pandemia y la parada en seco de la economía de servicios. Miles de profesionales que prestaban sus servicios en la hostelería o el turismo, por poner dos ejemplos, se quedaron de la noche a la mañana sin ingresos, y en muchos casos se han visto abocados a cerrar sus negocios. Los planes de ayudas a los autónomos, liderados por la Generalitat, solo han podido paliar en parte esta tragedia.

Por lo tanto, los autónomos tienen que ser uno de los ejes principales de la recuperación económica. Y en este sentido la reforma que prepara el gobierno español, a pesar de que es positiva, puede llegar tarde para muchos de ellos, sobre todo después de que no se hayan tomado medidas contundentes como la suspensión de las cuotas en los meses más duros del confinamiento total. De aquí al 2023 es precisamente cuando la economía española y catalana se juega su futuro y, por lo tanto, harán falta planes específicos para este colectivo, facilidades para recuperar sus negocios y su actividad, una reducción temporal de cuotas, ayudas para la financiación, etc.

Solo con un tejido productivo flexible y competitivo, en el cual los autónomos juegan un papel esencial para adecuar la oferta a la demanda, la economía catalana podrá superar la durísima prueba que ha supuesto la pandemia y que ahora tenemos el reto de superar. Y ahora es hoy y no mañana.

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