Rescatar a Gaudí

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Rescatar Gaudí

Hay un Gaudí de verdad que no se asemeja al que creemos que conocemos. La imagen de Gaudí se ha sometido a infinitas manipulaciones hasta convertirlo en una especie de místico, santo, artista de Dios y un producto turístico de colorines para el consumo masivo en tiendas que venden sombreros de mariachis. Pero también hay un hijo de un calderero de Reus con rentas suficientes para enviarlo a la Escuela de Arquitectura, donde en 1878 fue uno de los cuatro únicos estudiantes que se licenciaron. Un hombre que no viajó y se alimentó intelectualmente de las reproducciones de libros y revistas ilustradas, un arquitecto excéntrico, un católico torturado por la materia, un hombre del estricto orden político y religioso obsesionado con su grande y definitiva obra.

El Gaudí que Barcelona vende no recoge ni la complejidad del hombre ni la del artista, ni del tiempo del cual fue resultado.

Intentar saber quién era el Antoni Gaudí que hay detrás del personaje y de los mitos y el porqué de su obra es el objetivo de la exposición que hasta el 6 de marzo se puede ver en el MNAC. Aprovechando la ocasión, en el ARA nos hemos preguntado sobre su tiempo y hemos hecho un juego de espejos con el nuestro. Explicando el contexto político, internacional, social, cultural, económico, deportivo de 1921 y haciéndolo convivir con la actualidad de hoy, del 21 de noviembre del 2021. La sorpresa es que, un siglo después, algunos de los problemas parece que hayan quedado atrapados en un bucle infinito.

El dossier especial empieza con una pieza de Xavier Theros sobre Barcelona, La ciudad que nunca dormía, que junto con el artículo político de Gerard Pruna nos ayuda a hacernos una fotografía de ambiente. Un momento político inquietantemente familiar con el nuestro en cuanto a las corrientes de fondo. En 1921 faltaban dos años para la dictadura de Primo de Rivera y el pistolerismo era el amo de la calle, mientras hoy vivimos en una democracia, pero con algunos de los problemas de fondo por resolver y con el catalanismo, la injusticia social y el papel de las fuerzas vivas y la reacción muy presentes.

La exposición del MNAC, titulada Gaudí. Foc i cendres, está comisariada por el arquitecto e historiador Juan José Lahuerta. Es él quien nos ha ayudado a leer quién es el Gaudí que no conocemos a pesar de ser uno de los arquitectos más famosos del mundo en su tiempo, y también hoy.

Lahuerta ilumina la visión política de Gaudí en su gran obra, la Sagrada Familia. Explica que no es casualidad que la primera pieza que se acabó con toda su ornamentación en la Sagrada Familia, en los últimos años del s. XIX, fuera la capilla del Rosario, donde hay una ménsula de la tentación del hombre que en lugar de Eva tiene a un obrero y en lugar de la manzana tiene una bomba Orsini. A su manera, Gaudí había tomado parte en el conflicto social y se había entregado a la construcción de un templo grandioso impulsado por un sector reaccionario de la Iglesia.

En tiempo de revolución, Lahuerta explica: “Lo que se redime con estos templos expiatorios [la Sagrada Familia o el Sacré Coeur] es el pecado de la lucha de clases. Y se construye en contra, evidentemente, de un pueblo organizado como pueblo revolucionario, como pueblo proletario”.

Lahuerta ha hecho emerger un Gaudí que nos explica una historia no mitificada, sino una historia “llena de complejidades, de contradicciones, y llena de violencia; por lo tanto, una historia en la cual hay vencedores y vencidos”. En palabras del comisario de la exposición del MNAC: “El Gaudí que se vende literalmente a través del turismo es un Gaudí de luz y color, agradable, amable, de cuentos de hadas. El Gaudí auténtico vivió una de las épocas más violentas de la historia de esta ciudad, para no decir la más violenta, y él no se aisló de esto, todo el contrario, tomó parte a favor de unos y en contra de otros”.

El conflicto social es hoy menos violento, a pesar de que no inexistente, y es el sistema democrático el que lo vehicula; la lectura de las páginas espejo que encontraréis en el ARA, sin embargo, deja una inquietante sensación de déjà-vu .

Enn 1921 ya hace unos años que Gaudí “está encerrado en el templo para sacrificarse por el mundo a través de la producción de la obra de arte”. Su cliente únicamente puede ser Dios (con el resto, los grandes industriales de la burguesía, ya se había peleado, como Milà o Batlló, o habían muerto, como Güell). Saber quién era Gaudí y qué representaba en la Barcelona del 1921 ilumina también nuestro presente. Rescatarlo del mito que rodea la obra y la Sagrada Familia nos puede ayudar a conocer nuestra historia y quizás también a rescatarlo de las manos del merchandising.

¿Por qué 1921?

Gaudí vivió entre el 1852 y el 1926, y este es el marco temporal de la exposición. Pero si nos hemos querido centrar en el 1921 es porque queríamos dar un vistazo a los últimos cien años y aprovechar que aquel año, en que se puso la primera piedra de la nave de la Sagrada Familia, es un poco un año de compás de espera, como el que vivimos hoy. En 1921, ahora hace un siglo, es el pretexto para hablar de nuestro pasado desde el presente, y hacerlo, además, a través de la obra de un arquitecto que continúa marcando nuestra época igual que fue central en la suya.

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