La Marató de TV3, aparte de provocarnos un domingo de hipocondrías episódicas, porque nos da la impresión de que nos están cogiendo los síntomas que los médicos explican en pantalla, nos pone cada año ante una realidad muy humana: cuál poca importancia que damos a la salud cuando tenemos. Y en el caso de mañana, en el que la Maratón va sobre las enfermedades respiratorias, se nos hace evidente que sólo pensamos en el acto de respirar cuando nos falta el aire.
Sin embargo, la multiplicación exponencial de todo tipo de prácticas deportivas, meditaciones en general y terapias dirigidas a hacer aflorar el estado de conciencia han popularizado la importancia de respirar como factor de armonía mental. De modo que, cuando alguien está muy alterado, es frecuente oír que otro le diga "respira", también como sinónimo de contar hasta diez, que es un ejercicio que quizás no provoca tanto gusto como la respuesta primaria, pero casi siempre ahorra disgustos y decisiones que acaban complicando tu vida.
De modo que deseamos que respiren todos los conductores, tanto si son de camiones como si van en patinete; los que están a punto de contestar a un whatsapp delicado; los que deben dar una mala noticia y los que la han recibido; los que siempre ven la paja en el ojo ajeno y no la viga al propio; quienes creen que todo les va en contra ya los demás todo les ha sido más fácil; quienes dicen que nunca les han regalado nada; los de "prefiero pedir perdón que pedir permiso"; los que exigen la perfección pero ellos, ñe; los que hablan y escuchan poco; o los que hacen ver que escuchan pero no hacen ningún caso. Y muy especialmente, quienes reciben una llamada de un número desconocido a la hora de cenar. Que respirar haga más que nosotros.