Esbozo donde se ven a muchos en el laboratorio del químico alemán Justus von Liebig, en la universidad de Giessen, en el siglo XIX.
30/11/2024
2 min

El lunes de esta semana se conmemoraba el día internacional contra la violencia de género y no quiero que se me escape la semana, ni el mes, sin hablar de esta lacra en un entorno que implícitamente se ha considerado libre de esta terrible realidad: el ámbito académico. La violencia de género en este sector es un problema grave y demasiado a menudo invisibilizado. Hace un par de años, el informe UniSAFE, basándose en los resultados de la mayor encuesta nunca realizada en Europa, puso de manifiesto una situación que ya no se puede seguir ignorando.

Entre enero y mayo de 2022, UniSAFE coordinó la implementación de una encuesta en 46 universidades y centros de investigación de 15 países europeos para recoger evidencias mensurables sobre la prevalencia de la violencia de género en el ámbito académico y de investigación. Con más de 42.000 respuestas de personal y estudiantes, los resultados muestran que el 62% de las personas encuestadas han sufrido al menos una forma de violencia machista desde que empezaron a trabajar o estudiar en su institución. Estas diferentes formas de violencia de género consisten en violencia física, violencia psicológica, violencia económica, violencia sexual, acoso sexual y violencia online.

Las cifras son demoledoras. Lo repito: dos de cada tres encuestadas han sufrido algún tipo de violencia de género en entornos académicos. Y hay más, datos tristemente demoledores; por ejemplo, en Suecia, donde más de la mitad de las doctorandas han experimentado acoso sexual. Detenga un momento y relea el párrafo poco a poco. Notará, seguro, cómo los escalofríos le recorren el cuerpo. Hace estremecer, sí.

Y es que los impactos de ese problema van más allá de las agresiones inmediatas. Las consecuencias se traducen en problemas de salud mental, abandono de estudios y proyectos de investigación, así como un incremento de abuso de sustancias. La violencia de género no sólo perjudica a las víctimas individuales, sino que debilita a todo el sistema de educación superior e investigación.

Se han hecho avances en representatividad femenina en el profesorado o en los centros de investigación (aunque en el liderazgo todo es desesperadamente lento), pero en la violencia de género estamos en pañales. En todas partes. Por eso se necesitan cambios profundos. Es necesaria una transformación cultural que empiece por la responsabilidad de los líderes institucionales. Es necesario un compromiso firme para investigar, sancionar y prevenir cualquier forma de violencia. Herramientas ya las hay. Sin ir más lejos, en Europa se han establecido estrategias basadas en el compromiso, la acción y la responsabilidad. Iniciativas como UniSAFE y Gender SAFE ofrecen marcos de actuación muy útiles. Eche un vistazo.

La violencia de género en la academia no es un problema marginal, es un ataque directo al progreso científico y social. Cada agresión silenciada, cada víctima desprotegida representa un paso atrás en la construcción de un sistema de conocimiento justo y equitativo.

Es hora de romper el silencio y construir espacios académicos seguros para todos.

stats