Rosalía estaba al caso?

Rosalía en una imagen promocional del disco 'Lux'.
21/12/2025
Periodista
3 min

1. Este lunes, un puñado de gente anónima se asomará a los medios de comunicación con la euforia en los ojos y una copa de cava en la mano. Serán los afortunados a los que habrá tocado la rifa. Si has comprado lotería, hay un 0,00001 de probabilidades de que te toque el gordo. Por tanto, si tienes una probabilidad entre cien mil de guardar en la mesilla de noche un décimo del número ganador es lógico que estés muy contento. No sé cuántas probabilidades tenía un seguidor de Rosalía de conseguir una entrada para alguno de los cuatro conciertos que hará en el mes de abril en Barcelona, ​​pero me olmo que muchas menos. La demanda global era enorme y la capacidad del Sant Jordi es limitada. Y, quizá por eso, no conozco a nadie que consiguiera comprar una entrada el día que se ponían a la venta. (En la preventa de días antes, para gente con cuidado corriente en el Banco Santander, sí sé de una chica que pudo comprar dos.)

2. Rosalía es, aparte de la catalana más universal, el fenómeno musical mundial del momento. Si en su gira prevista para el 2026 da 42 conciertos, cuatro de ellos en Catalunya y otros cuatro en España, es comprensible que los fans de todas partes se afanen por comprar entradas. Sabiendo que va a ser un bien escaso, el sistema de venta debería ser mucho más transparente. Y, en este caso, ha habido muy poca "lux". Rosalía, tanto pendiente de sus campañas de marketing –tan originales como imbatibles–, también debería procurar no generar tanta frustración a sus fieles –por decirlo en términos religiosos– con un sistema de venta online que huele a chamuscado. Por mucho que aquella mañana del 11 de diciembre, dos horas antes de abrir la venta, en las oficinas, en las redacciones, en las aulas universitarias ya hubiera gente en la cola virtual con un número por debajo del 1.000, ni éstos lograban adquirir las entradas. Cuando les llegaba el momento de la compra, o decía que ya no quedaban, o no les dejaba comprar dos entradas (en teoría podías comprar cuatro), o no te dejaba pagar, o te salía "System error 01". Me han contado de todos los colores. Con un denominador común: cuando ya creías que estabas a un solo paso de poder comprarlas, la máquina te volvía a la cola virtual con un número tan alto (un 80.000, pongamos por caso) que ya sabías a ciencia cierta que no lo conseguirías. Haberlo bien, salivar ya con las entradas y no obtenerlas, te deja con una sensación de indefensión absoluta. Más allá, claro, de las cuatro horas de pérdida de tiempo personal y del montón de horas de jornadas laborales que se perdieron por el camino.

3. La indignación crece entre los seguidores cuando, al día siguiente, en las páginas web de reventa alegal, puedes comprar un puñado de entradas para Rosalía con el precio multiplicado por mucho. El negocio está así montado. Un porcentaje importante del aforo fluye hacia estas empresas que parecen compadreadas con los promotores de los conciertos. ¿Qué sabe Rosalía de todo esto? Seguramente nada. Le informan que ha vendido todas las entradas en un santiamén, y debe estar encantada de la vida. Qué tiempos aquellos que los artistas mimaban a sus seguidores. Hoy parece que les maltraten. Y que haya cierto gusto, cínico, en esa estrategia de humillación colectiva. Otro ejemplo es con el mismo disco de Rosalía. Así como la capacidad de los conciertos en el Sant Jordi es limitada, la fabricación del vinilo de Lux es una mera cuestión de arrancar la máquina e ir imprimiendo. Pero no, tampoco. Han hecho pocos, han hecho corto, y ni el tió podrá cagar un disco que, por lo que me dicen, contiene cuatro canciones que sólo pueden escucharse en el disco físico. No están en Spotify ni en ninguna plataforma del nuevo mundo. El capitalismo desabrochado genera así una necesidad comercial que, al no poder comprar el disco, comporta más frustración. El maldito pez que se muerde la cola. "Fucking money man".

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