Sánchez Llibre, el normalizador

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Josep Sánchez Llibre en una imagen reciente.

1. Reconocimiento. Quedan pocas personas en la vida pública catalana tan bregadas como el presidente de Fomento, Josep Sánchez Llibre. Se las sabe todas. Y le gusta hacer el pícaro. Las tradiciones no engañan. Los partidos democráticos con insignia cristiana, que hasta hace poco tenían gran peso en Europa (especialmente en Italia y Alemania), han generado personajes singulares cuya presunción de verdad a menudo encubría zonas de astucia y oscuridad: Giulio Andreotti sería el modelo. Aquí, más modestamente, se han vivido durante muchos años los juegos de manos de Duran y Lleida.

Sin embargo, el presidente de Fomento añade un punto de ironía que no siempre es habitual, que le permite no tener inconveniente en nadar contra corriente cuando le parece que conviene. El lunes se llevó a seis miembros de su junta de visita oficial con el candidato Carles Puigdemont. Y lo hizo contra la opinión de buena parte de los suyos, irrelevante para él si sus cálculos –o sus ganas de hacerlo, la vanidad también juega– le hacen pensar que es lo que tocaba.

En Perpiñán, pues, el todavía exiliado expresidente Puigdemont –que en su día salió piernas ayúdame sin concretar su osadía– recibía así el reconocimiento de la organización principal de la patronal catalana. Y Josep Sánchez Llibre parece encantado de haber hecho una de las suyas. Probablemente, esto es atribuible a un cierto gusto por los golpes de efecto y por abrir puertas bloqueadas, a menudo acompañado de un punto sardónico. Una decisión que ha descolocado a una parte del empresariado catalán (que todavía ve a Puigdemont como un fantasma amenazante) pero que tiene el buen sentido de apuntar a lo que ahora toca: normalizar. Sabiendo que partimos de una singular paradoja: el presidente huido es candidato reconocido legalmente por las instituciones del mismo país al que no se atreve a entrar por miedo a que le detengan. Una muestra de la farragosa situación a la que hemos llegado. Pero el desenlace se avecina, y lo que ahora toca es normalizar las situaciones anormales. Y Sánchez Llibre da un paso visitando al candidato en nombre de la patronal, aunque sea a disgusto de una parte de los suyos. Es posible que esta semana Sánchez Llibre tenga que lidiar con varias llamadas.

2. Prioridades. Y sin embargo, su gesto, además de contribuir a pasar página a las excepcionalidades, tiene otras significaciones políticas. Sánchez Llibre, en tanto que demócrata cristiano, formaba parte de la coalición Convergència i Unió, en el papel de compañeros de viaje con una capacidad de influencia limitada, pero real, de la que sacaba suficiente rendimiento. Con este gesto recuerda ahora algo elemental, pero que el ruido de estos últimos siete años puede haber hecho olvidar: que CiU era el representante político natural del empresariado catalán y, en todo caso, interlocutor imprescindible. Y que el futuro de Junts dependerá de que sea capaz o no de volver a ocupar ese espacio. Lo que requerirá probablemente una explosión de la coalición actual. Si Puigdemont, finalmente, ha sido candidato, es porque no había otro que pudiera serlo sin reventar los imposibles equilibrios internos. Y tercera cuestión en el gesto de Sánchez Llibre: hay un implícito –casi un tabú– a punto de emerger como una llama: el regreso de las empresas catalanas que trasladaron sus sedes fuera del país en octubre del 2017. Una anomalía que interpela tanto a los candidatos como a las propias empresas y debería ser prioridad del próximo gobierno resolver definitivamente.

Sánchez Llibre interpreta lo que parece evidente: que bajando a la arena electoral Puigdemont se normaliza, deja de ser el presidente en el exilio, por ser un candidato más a la presidencia de la Generalitat. Y sea cual sea el resultado, se habrá cerrado una etapa, aunque quedarán pendientes las incertidumbres derivadas del comportamiento a veces obsesivo de algunos jueces (veamos qué ocurre con la aplicación de la amnistía) y el empeño de la derecha española. Y en este sentido es interesante que el presidente de una organización empresarial como Fomento dé este paso que rompe el inmovilismo de quienes ven peligros y amenazas cuando ya no están. Poco a poco, las cosas se irán reposando a sitio para abrir un nuevo tiempo en el que todo el mundo tendrá que reformar sus estrategias, sin renunciar a sus objetivos, pero con el sentido necesario para saber lo que es posible y lo que hay que hacer para que sea posible lo que ahora no lo es. Es decir, hacer política.

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