Había un ambiente enrarecido en Madrid esta semana. Un clima que en Catalunya sabemos de qué va. Se instala una niebla gris hecha de capas de oportunismo, recelo, irresponsabilidad, amenazas... y la banda sonora son los aullidos de la extrema derecha en la calle y en la prensa. La niebla de la política madrileña tardará en desvanecerse, si es que en algún momento lo hace, durante una legislatura que será hiperbólica.
La investidura ha demostrado que Pedro Sánchez tiene una determinación granítica y que la realidad se impone como una losa. Y la realidad no es otra que para hacer política primero es necesario tener el poder. Y para llegar al gobierno, el sistema electoral español, elegido expresamente por los constituyentes para asegurar la representación de las minorías territoriales, exige tener capacidad de dialogar y pactar. Gobierna quien suma.
Si hoy Feijóo no es presidente del gobierno es porque el PP está dominado por la visión unitarista colérica de Aznar y de su heredera, Ayuso. Un sector del PP que considera tibias las políticas de Rajoy y Feijóo y que ha llevado a los populares a dejarse capturar, fagocitar políticamente, por el discurso inflamado de la extrema derecha. El hombre que pactó con Pujol y negoció con ETA conduce a Feijóo a autoinmolarse.
La España arrebatada está nerviosa. Razón no le falta. La estabilidad de Sánchez depende de los independentistas y sus objetivos están sobre la mesa. De entrada, la amnistía; después, negociar una nueva financiación fuera del régimen común, y un referéndum.
Sánchez ha llegado a la Moncloa pero no tendrá ni un día de paz. Las cosas podrían haber sido clementes mientras se tramita la amnistía, pero no lo serán porque Catalunya está en precampaña electoral. Junts necesita resultados de la negociación para justificar el cambio de estrategia ante su electorado, ERC necesita capitalizar el camino iniciado en los últimos años y el PSC necesita demostrar a sus electores que la criticada amnistía merecía la pena en nombre de la concordia y el perdón.
Madrid kilómetro cero
Si para los independentistas este es el punto de salida, para el PSOE es el punto de llegada. La negociación será agónica y una vez que la amnistía esté en los juzgados habrá amenaza de crisis.
El cambio de escenario comportará también cambios en el electorado, y el soberanismo corre el riesgo de ser más fuerte en Madrid que en Catalunya.
De momento, el Centro de Estudios de Opinión (CEO) afirma que es el PSC quien capitaliza las negociaciones y se sitúa en el centro de la pista de baile. No solo mejora las expectativas electorales, sino que la mayoría soberanista del Parlament no sumaría. Si hoy existe una mayoría independentista formal pero no efectiva, en las próximas elecciones no existiría. El PSC podría abrir juego al resto de partidos jerarquizando los temas económicos y sociales. Será entonces cuando el PSC tendrá que liderar la transformación de España. ¿Será capaz de negociar un sistema de financiación fuera del marco común como los socialistas o el PP del País Vasco? Será entonces cuando habrá que saber cuál es la propuesta sobre la arquitectura territorial del Estado, hasta dónde llega la propuesta de federalización de España.
Probablemente llegará hasta donde sean necesarios los votos de la periferia por peores caras que pongan el PP y el propio Felipe VI, que tiene a la tropa agitada y en los socialistas los principales valedores de la institución. Los gritos de "Los Borbones, a los tiburones" y las banderas con el escudo constitucional recortado muestran hasta qué punto la Reacción está alterada estos días. La agitación nocturna de la extrema derecha ha servido de cemento cohesionador para el PSOE y ha ayudado a mostrar el empoderamiento ultra que habría significado la alternativa a un gobierno socialista.
Sánchez lo sabe y por eso se ha autoerigido en el dique de contención de la ola ultraderechista en el mundo. Un PP escorado a la derecha se lo ha puesto fácil. Sánchez sabe que el muro contra la extrema derecha y el populismo pasa por la reducción de las desigualdades y el crecimiento. La fractura social y la gestión de la inmigración es el gran desafío de Europa, como nos explica en una entrevista que publicamos hoy en el ARA el articulista Timothy Garton Ash, que acaba de publicar Europa (Arcadia).
Europa ha sido la garantía de unos valores que hoy están amenazados, por un lado, por los ciudadanos que los dan por garantizados y, por el otro, por el populismo, la fractura social y las dificultades de integración efectiva de las oleadas migratorias.
Son tiempos difíciles con dos guerras abiertas y una economía que se ralentiza. Los valores de Europa son el mejor de los faros que tenemos, y el respeto a las normas del juego democrático están incluidos en ellos. La legislatura no será fácil pero la alternativa era peor.