Sánchez, Puigdemont y los ratones
La legislatura española no ha tenido ni un día tranquilo. Pedro Sánchez ha tenido que mantener los equilibrios de los socios de legislatura sabiendo que, más que una mayoría en positivo que le permitiera gobernar, siempre ha sido una mayoría para evitar una alternativa de derechas.
Fruto de su autoconfianza de dimensiones cósmicas, Sánchez pensó que podría más el espanto que el amor y que la alternativa a su gobierno sería lo suficientemente temible como para mantener el apoyo de los aliados que lo hicieron presidente sin trabajárselo. Los socialistas olvidaron el factor humano pensando que no era necesario dedicar atención a los socios y así, de paso, evitaba incomodar al presidente de la Generalitat, Salvador Illa. Se podía negociar, pero sin cumplir mucho para no incomodar al socio del PSC.
Un ministro muy cercano a Sánchez lo decía en privado hace unos meses cuando se le preguntaba sobre la falta de cumplimiento de acuerdos concretos con Junts menospreciando la capacidad de reacción. El ministro definía la situación con suficiencia cuando se le preguntaba por los pocos avances y amenazas de Junts: "Nosotros tenemos muchos ratones y algunos son más revoltosos que otros". En plena vorágine del Madrid sobreexcitado, era incapaz de calcular la necesidad de atención y singularización que reclama un Puigdemont que recuerda y representa permanentemente el 2017.
Esta semana, con intermediación de Jordi Basté y Gemma Nierga, Sánchez ha hecho un acto de contrición público para ocuparse del que considera el ratón díscolo. El presidente del gobierno español ha asumido sus "incumplimientos" y "retrasos", pero sobre todo le ha dicho a Puigdemont que los acuerdos de Bruselas suponen "una hoja de ruta, una oportunidad histórica para resolver un conflicto político que viene de lejos". De esta manera, Sánchez abre la puerta a algo más que la negociación de algunas medidas sobre multireincidencia o la facturación digital aunque vaya en contra de la estrategia de la "normalización" que defiende el president de la Generalitat y que no tenga especial credibilidad. De paso, le da a entender a Puigdemont que si le mantiene el apoyo habrá una posibilidad de avances sobre el estatus catalán que nunca sería posible con el PP y menos aún con un PP dependiente de Vox.
El presidente del Gobierno dijo abiertamente que “estamos en el tramo final de la ley de amnistía”, mientras el ex president se prepara para pasar la novena Navidad belga. En el partido se empieza a hablar de las condiciones para su regreso en 2026 y de cómo reestructurar los equilibrios internos; también de qué papel jugará el ex president, pero todo eso solo se comenta en privado. En público, todos esperan a ver si el Tribunal Supremo lleva al límite su insubordinación.
El PSOE es poco propenso a cumplir los acuerdos que negocia y es un experto en dejar los pactos en el limbo y esperar a que escampe. Pero la aproximación del PP a Junts a través del Foment de Josep Sánchez Llibre los ha puesto nerviosos. Aunque los populares no tienen una interlocución pública con los de Junts, sí existen canales indirectos y también directos en el Congreso con Miriam Nogueras. Del mismo modo que siempre puede haber una vía abierta con el PSOE a través del expresidente José Luis Rodríguez Zapatero.
APROXIMACIÓN PP, JUNTS, PSOE
La novedad del panorama es que el PSOE no ha dejado morir la iniciativa para endurecer las penas a los multirreincidentes escudándose en sus socios de izquierdas, sino que ha llegado a un acuerdo con Junts que también ha obtenido el apoyo del PP. De este modo se saca adelante una medida que gira al PSOE hacia la derecha y contrarresta los argumentos de la extrema derecha sobre inseguridad.
Las medidas pactadas son movimientos de las placas tectónicas y llevan al PSOE hacia una mayoría de centroderecha aproximándose al eje ideológico de Junts y descolgándose de los socios de su izquierda.
La supervivencia de Sánchez está ligada a la amnistía y a la vez condicionada por ella, porque los socialistas temen que Junts se distancie definitivamente cuando haya conseguido el retorno del president. Piensan que, si Puigdemont regresa, perderá los incentivos políticos para apoyar al PSOE. Pero entonces muy probablemente estaremos cerca de unas elecciones generales en las que se contraponga el modelo social y político del PSOE y del PP, y en las cuales Junts intentará revalidar los siete diputados que lo han devuelto al tablero político.
Si algo une a los firmantes del acuerdo sobre la multirreincidencia es la amenaza de la extrema derecha. De nuevo pesa más el espanto que el amor.