Sant Jordi 2022: Catalunya no está fracturada

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Día de santo jordi a la Plaza Real de Barcelona

Sant Jordi es una fiesta que siempre se ha resistido a dejarse instrumentalizar. Este es uno de sus grandes atractivos: es de todo el mundo y cada uno la vive como le da la gana. Es una fiesta de la catalanidad, sí, pero no del catalanismo. Es decir, no es política, aunque la política asome la cabeza. La lengua catalana tiene un especial protagonismo, pero por supuesto en las mesas y en las bolsas que los ciudadanos llenamos de libros hay también títulos en castellano y en otras lenguas, cada vez más, tantas como las que se hablan en el país. En la calle predominan las rosas rojas, pero se pueden encontrar de todos colores y ya hace tiempo que no solo las regalan los chicos a las chicas, sino que pasan por todas las manos y todos los géneros. Esta es la pluralidad amorosa y lingüística que respira la fiesta del libro y la rosa: es un día alegre en el que cultura y buen ambiente –y también trabajo a pesar de que este año no cae en día laborable– van de la mano sin corsés, sin consignas, sin prisas. Es en este sentido que Sant Jordi representa, sin ningún tipo de duda, el mejor espíritu de tolerancia, concordia y libertad de la sociedad catalana.

Todos estos significados son los que cada año dan carácter y sentido a la fiesta; una cita, sin embargo, que en las últimas ediciones había quedado decolorada por los confinamientos o semiconfinamentos de la pandemia. Este 23 de abril de 2022 podemos recuperar Sant Jordi en todo su esplendor cívico, nos podremos mover por las calles y librerías sin restricciones ni mascarillas obligatorias. Podremos volver a lucir amplias sonrisas, podremos darnos besos y abrazos. Podremos, en definitiva, vivir despreocupada y desacomplejadamente la fiesta popular más ecuménica, la que más nos une. Y la necesitamos.

El batacazo del covid –un descalabro de salud y económico– y las consecuencias del Procés –esta misma semana hemos conocido el espionaje masivo al independentismo– inevitablemente han tensado el país. Necesitamos, pues, demostrarnos que la sociedad catalana no está fracturada, que la convivencia está por encima de diferencias ideológicas y de proyectos políticos. Cada día tendría que ser Sant Jordi, por ejemplo en las escuelas, de forma que el catalán tenga una especial protección y protagonismo (que siga siendo vehicular) sin desatender el castellano y acogiendo el inglés seriamente. Este es el modelo de escuela catalana que una inmensa mayoría queremos. Y en un día como este queda muy claro que la preocupación por la vitalidad de la lengua histórica del país no va contra nadie, sino todo lo contrario: es un deseo que sea un vehículo de comunicación y de cultura para todo el mundo que quiera y que tenga futuro.

Este año, además, celebramos los centenarios de Gabriel Ferrater y Joan Fuster, dos autores que renovaron y dieron prestigio al catalán desde la más absoluta libertad de pensamiento y creación, uno como poeta y el otro como ensayista. Dos autores de nivel europeo, la ambición literaria de los cuales es un buen espejo donde proyectar el futuro del país. Disfrutemos con ellos, y con los autores que renuevan día a día las letras catalanas, de este Sant Jordi 2022, de su indomable espíritu de convivencia.

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