Francia y Estados Unidos

De Sarkozy a Trump (pasando por el Louvre)

Sarkozy entra en prisión
21/10/2025
Escriptor
2 min

Desde su complejo/orgullo de gran nación joven, los americanos siempre han sentido fascinación, y también cierta angustia, por la relación que tienen los franceses con su historia y su cultura. Literalmente se puede decir que las adoran, y buena parte del mito de la grandeur y de la retórica del nacionalismo francés (tan empalagosa como la de cualquier otro nacionalismo europeo, pero más potente, con permiso de Alemania) se basa, precisamente, en los hitos culturales de la historia del país. A los americanos esto los impresiona: en la película The train (1964), Burt Lancaster interpretaba a un héroe de la resistencia francesa que luchaba contra el expolio de obras de arte por parte de los nazis, ya hacia el final de la ocupación. Una conservadora del Jeu de Paume le suplicaba que detuviera un tren cargado de cuadros de grandes pintores con argumentos apasionados: "Nos han quitado el país y la comida, viven en nuestras casas, ahora quieren llevarse nuestro arte. Estas pinturas son Francia". La discusión sobre qué es más valioso, si la obra de arte o la vida humana, se cierne sobre toda la película. Por otra parte, los franceses sienten también atracción por los americanos, y esto se ha visto también a través del cine: la Nouvelle Vague consiste en gran medida en una reinterpretación de los códigos establecidos por el cine de género del Hollywood clásico, en especial del género negro. No hay que olvidar que la Estatua de la Libertad fue un regalo de Francia a Estados Unidos para celebrar el centenario de su declaración de independencia. Veían en el joven país al otro lado del Atlántico que se había emancipado con una Constitución humanista una nueva encarnación de los ideales de la República: libertad, igualdad, fraternidad.

Ahora estamos en un momento en el que la Quinta República se tambalea con gobiernos que duran semanas o meses, un presidente orgulloso y obstinado que no se aplica ni la más ligera autocrítica, una extrema derecha cada día más pujante y otro expresidente que ha entrado en prisión porque la justicia ha sentenciado que es un delincuente. En medio de todo esto, un estrepitoso robo en el Louvre digno de una historia de Fantômas, de Arsène Lupin o de Tintín, con las joyas de la corona (la misma corona que fue, como sabemos, decapitada por la Revolución) como botín. Por el lado americano, hoy el presidente es un energúmeno que hace vídeos con IA en los que aparece con una corona en la cabeza (nada más antiamericano, ni más antifrancés, que un rey) pilotando un caza desde el que tira mierda sobre los manifestantes que protestan contra sus desvaríos. Es el mismo torpe, Trump, que el pasado viernes volvió a reprender a Zelenski (esta vez a puerta cerrada, eso sí) porque quiere "pacificar" Ucrania con tanto acierto y buen sentido diplomático y político como ha pacificado Gaza.

Todo lo mencionado son signos de decadencia, ciertamente. Ahora bien, no olvidemos que Francia lleva muchos años de ventaja en cuanto a la democracia, y tiene autoridad para dar lecciones: un expresidente corrupto entrando en prisión es algo que todavía estamos lejos de ver por aquí.

stats