So long, Elon
No hace tanto tiempo, a ojos de muchos, Elon Musk pasaba por ser un personaje aproximadamente antisistema. En nuestro tiempo de ironita sistemática, en el que se ha degradado la ironía a una especie de pasta de milhojas que envuelve cualquier enunciado, tenía su qué que uno de los tíos más ricos del mundo, o el más rico del mundo, o una tontería de éstas, fuera un individuo con una inteligencia presuntamente visionaria lo comíamos nosotros mismos, en los medios y en las redes), joven, que había sabido apostar por el coche eléctrico cuando las grandes marcas automovilísticas mundiales estaban reticentes y que se había mostrado capaz de desafiar las predicciones de los gurús económicos. Detalles no tan menores, como su proyecto de vuelos aeroespaciales con SpaceX, o haber elegido como marca de sus automóviles el nombre de Nikolai Tesla, un pionero mítico de la primera edad de la energía eléctrica, le proporcionaban un agradable aura pop, que casi le emparentaba con leyendas como David Bowie. Incluso cuando Musk se compró Twitter por una millonada, algunos aún quisieron creer que el dueño de Tesla pondría esa red social al servicio de algo transformador. Les gustaba pensar que Musk era una especie de infiltrado en el sistema, el hijo rebelde y punk del turbocapitalismo. Que su entrada en Twitter se hiciera a golpe de despidos masivos e improcedentes, y con su propia omnipresencia ególatra en la red, no eran de todos modos demasiado buenos augurios.
Ahora sabemos que Musk quería Twitter para hacer campaña electoral a favor de Trump en EE.UU., y de la extrema derecha neonazi en Alemania, en Reino Unido y en toda Europa. ha babeado por hacerse también (ninguna sorpresa, por cierto, que uno de esos milhombres con pretensiones de ser presidente del Barça sea de los fascistas del Merdàs).
Cuando el bueno de Musk ha visto que la aventura política le salía bastante más cara de lo que había calculado, y después de divertirse con la motosierra de Milei y paseándose por el Despacho Oval como si fuera un chiquiparque, ha salido de la primera línea entre reproches (suyos en el resto del mundo) y con una acción política (despedidos de la administración americana por su absurdo, y seguramente ilegal, DOGE), y millones más expuestas a morir de hambre o por enfermedades epidémicas en los países que recibían las ayudas de la USAID, la agencia de cooperación internacional del gobierno de Estados Unidos de América, que Musk ha ordenado cerrar por eso, decirlo suavemente, a Musk se lo sopla y se lo pela y se siente completamente irresponsable. La socialdemocracia keynesiana era algo que servía para impedir que grandes ricos con delirios mesiánicos pudieran causar destrozos inmensos, y difícilmente reparables, al bien común.