3 min
Donald Trump en campaña el pasado 2 de marzo.

Urnas. Hoy es el día grande en la precampaña de las elecciones del "no, gracias". Un Supermartes electoral con las cartas marcadas. "Francamente, estas son las primarias menos atractivas y menos interesantes que cualquiera de nosotros pueda recordar", asegura la periodista del New Yorker Jane Mayer. Donald Trump avanza, implacable, hacia su coronación definitiva como candidato de los Republicanos mientras Joe Biden sigue convencido de que él era la única apuesta posible para los Demócratas.

“Si hay algo en el que la mayoría de los estadounidenses están de acuerdo es que no quieren ninguno de estos dos candidatos”, asegura Mayer. Quince estados votarán de repente para escoger un tercio de los delegados que participarán en las convenciones republicana y demócrata. Es el pistoletazo de salida definitivo en la carrera de la desconfianza entre las dos Américas, que el 5 de noviembre escogerán el próximo inquilino del Despacho Oval. Pero, como ya ocurrió en el 2016, la campaña la controla Donald Trump: lo que marca los debates son su retórica y su agenda, y arrastra a un Biden a la defensiva.

El presidente ha sido incapaz, hasta ahora, de capitalizar los buenos resultados de una economía que ha logrado rebajar la inflación, recuperar poder adquisitivo, mantener puestos de trabajo y garantizar unos recursos energéticos abundantes. Lo que marca la agenda son las disputas identitarias, el miedo a la inmigración y el declive del liderazgo global de Estados Unidos.

La ya recorriendo idea de que “Es la economía, estúpido", que James Carville, asesor de Bill Clinton, hizo famosa en 1992 por derrotar a George Bush padre, ha quedado superada por una volatilidad electoral en la que las palabras se imponen a los resultados La recesión económica hizo perder aquellas elecciones a un Bush, post Guerra Fría, después de la primera Guerra de Irak y con los Balcanes en llamas. Políticas. Hoy es la guerra en Oriente Próximo, lo que tensa el corazón de los demócratas. Miles de votos protesta contra Biden y su connivencia con la aniquilación de Gaza se han depositado ya en las primarias de algunos estados, como Michigan, que son decisivos para los Demócratas si quieren asegurarse la reelección.

La deriva electoral ha entrado en la Casa Blanca. La vicepresidenta Kamala Harris –reaparecida en la primera línea política– reclamaba el domingo un alto el fuego inmediato en Gaza, sólo unos días después de que Estados Unidos vetase al Consejo de Seguridad de Naciones Unidas una resolución que ya pedía un alto el fuego humanitario. Unas contradicciones políticas que sobre el terreno tienen efectos devastadores. Como lo es el hecho de enviar comida para la población atrapada en Gaza y armas al ejército que carga contra las personas que se reúnen para recibir la ayuda humanitaria.

La división demócrata ante el apoyo de la administración Biden en Netanyahu contrasta, en cambio, con la unanimidad del Supremo respecto a Trump. La máxima instancia judicial del país ha decidido que es inconstitucional cerrar el pase a la carrera electoral de un Trump acusado de insurrección, como planteó el estado de Colorado. El camino del expresidente hacia el 5 de noviembre se ensancha. Sobre todo porque la semana pasada la justicia también decidió alargar los plazos del proceso que debe determinar la inmunidad o no del hombre que desafió a los resultados electorales de hace cinco años.

Nada está ganado ni perdido. Pero un Trump que lo tenía todo en su contra avanza triunfante hacia la nominación republicana mientras Biden se pierde en explicaciones sobre su estado de salud. Biden es víctima de sus vulnerabilidades. Trump se presenta como el "guerrero" de quienes se han sentido "agravados y traicionados". La mayoría de los votantes no quieren ni uno ni otro. Pero esto lo difícil será movilizar la participación electoral, que puede acabar siendo el factor determinante para el futuro del sistema democrático estadounidense.

stats