Soy usuario frecuente de taxi desde hace años y no tengo ninguna razón para dejar de estar en el futuro. Tengo identificadas compañías que ofrecen un servicio eficaz, con taxistas profesionales en el mejor sentido de la expresión, que van a bordo de vehículos limpios y pulidos. Pero creo que los taxistas que ayer hicieron huelga, liderados por Élite Taxi, equivocan la dirección del disparo.
Sí, la competencia digital es difícil de combatir (que se lo pregunten a los todopoderosos bancos) y algún día podemos hablar de las condiciones en las que trabajan los conductores de las plataformas, pero el sector del taxi debe hacer una profunda revisión del servicio que da. Pregunten a los taxistas cómo es posible que en veinte años de oficio sólo una vez un inspector les haya pedido la licencia en una parada (caso real). O cómo es posible que en Barcelona haya conductores de taxi (no me atrevo a llamarlos taxistas) que no hablan ni catalán ni castellano y que si les pides que te lleven a una dirección céntrica del Eixample de Barcelona pongan el Google Maps (me encontré). Es imposible que hayan pasado un examen. Con conductores y servicios así, ¿cómo quieren que las simpatías del cliente no se vayan a las plataformas?
Por todo ello, más valdría que los taxistas dirigieran su protesta contra la administración que teóricamente debería regular la calidad del servicio y la idoneidad de los conductores, aunque fuera porque haber pagado mucho dinero por una licencia y haber superado un examen exigente no acabe siendo una tomadura de pelo si resulta que, al final, todo el mundo.
