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Tiempo muerto

Todo es susceptible de empeorar, y la inquietante inclinación de la política al suicidio es una máxima imprescindible para entender la política española.

Cuando la campaña catalana estaba centrada en insuflar épica a la vuelta de Carles Puigdemont desde Perpiñán, el presidente español, Pedro Sánchez, hizo saltar el tablero. Desde el miércoles y, al menos hasta el lunes, cuando se vuelvan a repartir cartas, el escenario está completamente abierto, la opinión pública desorientada y los socialistas con el corazón en un puño. En la manifestación de apoyo del PSOE a Sánchez y en el comité federal de este sábado se percibía un ambiente de gravedad. Si Sánchez se va, también se complicarán las cosas internamente. Si Sánchez se va no se puede prever el futuro de la ley de amnistía ni tampoco que la línea actual del PSOE plural se mantenga estable. No sería lo mismo el socialismo de la vicepresidenta Montero que el del expresidente Zapatero.

Al presidente del gobierno le ha pasado factura el alto coste de la política del barro y se ha roto su fortaleza emocional. No es la primera vez que esto ocurre en la Moncloa, pero es novedad que se anuncie con una carta personal a los ciudadanos y se pida un período de reflexión. Quizás sea solo por unos días o tal vez sea definitivamente. Tanta lucha le ha pasado factura, y moverse en el barro le ha dado asco.

El PSOE está experimentando la advertencia, tantas veces expresada en estas páginas, de que la mafia no discrimina por idioma. Los tentáculos del estado profundo, de la justicia con intereses políticos, de la policía mafiosa para mantener el statu quo, llegan al contrincante político sea cual sea su ideología. Es una forma de funcionar, de creerse con el derecho de propiedad.

Sánchez puede salir por cualquier sitio. Puede convocar una cuestión de confianza que obligue a los socios a revalidar su política y reiterar el debate de investidura; puede empezar de cero, tomar impulso y anunciar una política de regeneración de la vida pública española, o puede dimitir y dejarlo ir todo.

En cualquier caso, la crisis abierta por la carta de Sánchez evidencia dos graves problemas de fondo. Uno, la independencia judicial. Sánchez ha empezado a experimentar personalmente el lawfare que aplican algunos jueces españoles ultraconservadores. Dos, los efectos de la connivencia político-judicial y algunos medios de comunicación con los partidos políticos. Se trata de artefactos pseudoperiodísticos que difunden mentiras, pero también de algunos periódicos pretendidamente serios que viven de los dossieres y de la defensa de intereses económicos y políticos compartidos.

En el mejor de los casos, la crisis abierta por la jurídicamente forzada admisión a trámite de la querella de Manos Limpias podría favorecer una reflexión compartida para recuperar la política reivindicando el juego limpio. Aparentemente no parece que el líder de la oposición esté muy dispuesto a ello, aunque le interesaría para reducir la influencia que ejercen sobre él los populistas del PP encarnados en la presidenta madrileña.

Si Sánchez planta cara tendrá que pensar fríamente. La justicia debe regenerarse y la prensa del estercolero también, pero deberá contar con un estado de opinión que facilite más la autorregulación que el control. Sería un despropósito tomar decisiones de control que obliguen a la prensa seria a tener que salir a apoyar a los de las vísceras en aras de la libertad de prensa.

Tenemos en las manos una oportunidad de regeneración y dar un salto adelante o seguir excavando y hundiéndonos en el barro. La crisis en España no nos es ajena. Para los intereses de Catalunya no significa lo mismo un gobierno del PSOE que uno del PP y sus socios naturales de Vox. Está claro que son las mayorías parlamentarias las que obligan a moverse políticamente y que si se refuerza el PP se refuerza el independentismo, pero revolcarse en el barro o negociar en una mesa no es lo mismo.

Tendencia de voto

La encuesta del ARA confirma algunas tendencias de cara a las elecciones. De entrada, los ciudadanos están desmotivados y un gran número decidirán si votan y a quién en el último momento. El PSC lidera, Junts quiere disputarle a Illa la victoria y ERC va por detrás de Puigdemont. La mayoría independentista sería inhábil porque requeriría el voto conjunto de la CUP y Aliança Catalana. La extrema derecha en Catalunya avanza.

La campaña será decisiva y habrá tanto margen de cambio como alta sea la participación. Sería recomendable evitar el bloqueo que se vislumbra y aún más tener que repetir elecciones, lo que solo aumentaría la desafección y la antipolítica.

De momento, a esperar el resultado del tiempo muerto que ha pedido Sánchez.

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