“Me encantaría poder ver cómo soy de famoso pero llevo un año y medio viendo las mismas cuatro paredes. Me gustaría mucho ver el documental. Quizás podré hacerlo más adelante. Pero aquí dentro los funcionarios cantan mis canciones, me piden autógrafos y me dicen que comprarán mi ropa interior por internet”. Las declaraciones son de Joe Exotic, una de las estrellas televisivas durante la primera oleada de la pandemia. Saltó a la fama gracias a la serie de Netflix Tiger King, que se estrenó en la plataforma en marzo de 2020, durante los días de confinamiento más estricto. Inicialmente el documental de siete capítulos pretendía adentrarse en el mundo de los zoos ilegales que tienen a grandes felinos en cautividad. El objetivo era fruto de un dato escalofriante: hay más tigres en cautividad en los Estados Unidos (entre cinco mil y diez mil ejemplares) que en todo el mundo en estado salvaje y en su hábitat natural (unos cuatro mil).
La serie empezaba ajustándose a los parámetros del documental estándar. Nos presentaba una serie de zoos turísticos miserables donde se maltrataba a los animales, mostraba un catálogo delirante de cuidadores y traficantes de cachorros y nos descubría un submundo terrorífico, a veces cómico, pero siempre muy esperpéntico. La suerte de los directores Eric Goode y Rebecca Chaiklin fue tropezar con Joe Exotic y Carole Baskine, dos personajes enfrentados que garantizaban una trama de conflicto, misterio y vidas estrafalarias que se exhibían sin ningún tipo de precaución ante la cámara. Era casi como si la presencia de la cámara hubiera alimentado su ego y llevado a los personajes al extremo, radicalizando su conducta y su odio mutuo, precipitando las circunstancias. La primera temporada de Tiger King acababa con Joe Exotic en la prisión. Y la segunda, que se ha estrenado recientemente en Netflix, no tiene más remedio que avanzar con el protagonista encarcelado. El único contacto que obtiene con él es una videoconferencia, en la que él demuestra que tiene conciencia de la popularidad mundial que ha adquirido. Tiger King 2 se nutre, pues, del conflicto judicial y de todos los personajes que rodean a los dos protagonistas y que están fuera de la prisión. La diferencia es que ahora todos se comportan con plena conciencia de que lo que hacen tiene una repercusión internacional y que participan de una trama alrededor del famoso Joe Exotic. Tiger King 2 se ha ido convirtiendo en una especie de reality extravagante, morboso, lleno de personajes marginales que buscan la fama televisiva como salvación. Los tigres y el mensaje social de defensa de los derechos de los animales es ahora secundario. El documental ha pasado a ser un catálogo lamentable de personajes y animales maltratados que ya no provoca fascinación sino rechazo. Explota televisivamente la miseria, la ignorancia y el salvajismo pasado de rosca como simple trámite de espera hasta que Joe Exotic salga de la prisión y puedan rodar Tiger King 3, que significará la consolidación de un reality en el que las cámaras han perdido el control del relato y simplemente están a la espera de cualquier disparate que pase delante suyo.