¿Qué haces, Tomás?

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Tomas Molina con ERC.

Criticar a los políticos es un recurso agradecido. Puede obtenerse el aplauso fácil y la complicidad de quien lo escucha, ya sea en una sobremesa, en un discurso o en una tertulia. Como en todos los ámbitos, al igual que ocurre con los médicos, los fontaneros, los maestros o los informáticos, hay políticos que lo hacen bien y otros que lo hacen mal, hay vagos y trabajadores y hay honestos y otros que son turbios, pero generalmente los políticos tienen presunción de culpabilidad. Claro que, por ser representantes escogidos a través de las urnas, deben aceptar un mayor grado de crítica que los ciudadanos anónimos, pero el escrutinio al que se les somete debe tener límites. Por los errores, la incompetencia o la corrupción de algunos, que los hay, es injusto ponerlos todos en el mismo saco.

En una sociedad democrática, la política y la gente que se dedica a la política son necesarios, así como es necesaria la crítica y el control que se hace desde los mecanismos institucionales oa través de los medios de comunicación. Pero el descrédito es tal que defender las bondades de la política y poner en valor que haya personas que quieran dedicarse a ella enseguida genera sospechas y recelos, y se da por supuesto que hay algún interés oculto.

Estos días hemos visto como el anuncio del meteorólogo Tomàs Molina, que será el número dos de Esquerra en las elecciones europeas, o el de la empresaria Anna Navarro, que ocupará el segundo puesto en la lista de Junts a las elecciones del 12 de mayo, han generado un gran debate, y se han dedicado muchas energías a criticarlo, con comentarios de todo tipo destinados a caricaturizar o devaluar este gesto. Ni para uno ni para otra dedicarse a la política es la opción cómoda y fácil. Son profesionales de éxito en su ámbito, que se ganan mejor la vida ahora que después desde el escaño, y que no tenían necesidad de airear a los cuatro vientos el saldo de la cuenta corriente o si tienen un piso o una hipoteca . Pero han tomado la noble decisión de creer que pueden aportar su experiencia y conocimiento y ponerlos al servicio del conjunto de la sociedad. Y lo mismo que ahora hacen ellos, lo hacen también muchas personas que, sin ser populares, creen que la política es necesaria para transformar la sociedad.

Afortunadamente, a lo largo de los tiempos ha habido otros ejemplos de ello. En su día, Andreu Mas-Colell, por citar a uno, aceptó ponerse al frente de la conselleria de Universidades para contribuir a forjar un modelo de investigación que está dando buenos frutos en el país. Seguro que para él habría sido mucho más cómodo y provechoso quedarse en la universidad y no enfangarse en el mundo de la política. Por ser honestos, también hay que decir que ha habido inventos que no han funcionado porque la vanidad o el oportunismo han pesado más que la voluntad de servicio.

Por desgracia, poca gente sabe o quiere saber el esfuerzo que hacen todos los días los alcaldes y alcaldesas, con sus equipos de concejales, para que las cosas de su municipio funcionen. Y lo mismo puede decirse de la gran mayoría de responsables políticos que están al frente de los gobiernos, que muchas veces se desviven por sacar proyectos adelante, sin mirar el reloj, y lo hacen con grandes sacrificios personales y familiares. Seguro que no todos lo hacen así, pero muchos sí, y hay que decirlo.

Como sociedad nos iría mejor si diéramos más valor a la política y entendiéramos que cuanto mejores sean los políticos más éxitos colectivos tendremos. Pero ahora vayamos en la dirección contraria. Para muchos profesionales y muchas personas de valía, dedicarse a la política es un deporte de riesgo. Se paga un precio difícil de asumir porque muchos pueden ver comprometido su regreso a la vía laboral por el estigma que puede suponer tener un compromiso político, pierden una parte sustancial de su intimidad y pueden –aunque decir esto sea impopular, porque en otros casos no es así – ganar menos dinero que con su trabajo.

El mensaje que da Tomàs Molina, y otros –como Navarro– que dan este paso, es muy positivo. Sale del confort que puede dar la popularidad y se pone en medio de la diana, primando su compromiso y sus convicciones y con ganas de aportar su experiencia en favor de las políticas que ayuden a combatir la emergencia climática, que cada día es más obvia. Seguro que ahora se encuentra más gente que le pregunta "Tomás, ¿por qué lo haces?" que no por el tiempo que hará el fin de semana.

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